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"Menuda puta mierda". La historia de cómo Elon Musk dejó sin Navidad a sus empleados
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¿Genio o cretino?

"Menuda puta mierda". La historia de cómo Elon Musk dejó sin Navidad a sus empleados

Esta historia es un ejemplo del enfoque audaz e innovador de Musk. También de su temeridad, su impaciencia ante las críticas y su forma de intimidar a la gente

Foto: Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX y dueño de Twitter. (Reuters)
Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX y dueño de Twitter. (Reuters)

El texto a continuación es un extracto en exclusiva para El Confidencial del libro ' Elon Musk', la esperada biografía de Walter Isaacson (biógrafo también de Steve Jobs) a la venta en inglés a partir del 12 de septiembre, y en castellano a partir del 14 de septiembre (editorial Debate).

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"¿Os creéis que estos plazos podrían parecerme remotamente aceptables?", preguntó Musk. "Obviamente, no. Si un plazo es largo, es incorrecto".

Era tarde por la noche del 22 de diciembre, y la reunión en la sala de conferencias de Musk en el décimo piso de Twitter se había vuelto tensa. Estaba hablando con dos responsables de infraestructura de Twitter que no habían tratado mucho con él antes, y menos cuando estaba de mal humor.

Uno de ellos intentó explicarle el problema. La empresa de servicios de datos que albergaba una de las granjas de servidores de Twitter, situada en Sacramento, había accedido a concederles algunas prórrogas a corto plazo en su contrato de alquiler para que pudieran empezar a mudarse durante 2023 de forma ordenada. "Pero esta mañana", explicó el nervioso directivo a Musk, "volvieron a nosotros y nos dijeron que ese plan ya no estaba sobre la mesa porque, y estas son sus palabras, no creen que seamos financieramente viables".

Foto: Elon Musk traicionó a Ucrania en medio de un ataque vital contra la flota rusa en el mar Negro.

Las instalaciones le costaban a Twitter más de 100 millones de dólares al año. Musk quería ahorrar ese dinero trasladando los servidores a otra de las instalaciones de Twitter, en Portland (Oregón). Otro directivo presente en la reunión advirtió que eso no podía hacerse de inmediato. "No podemos salir de forma segura hasta dentro de seis o nueve meses", señaló, cono tono pragmático. "Sacramento tiene que seguir existiendo para dar servicio al tráfico".

A lo largo de los años, Musk se había enfrentado muchas veces a la disyuntiva entre lo que creía necesario y lo que otros le decían que era posible. El resultado era casi siempre el mismo. Hizo una pausa en silencio durante unos instantes y luego anunció: "Tienes noventa días para hacerlo. Si no puedes hacerlo, aceptaremos tu dimisión".

placeholder Un operario retira el nombre y logo de Twitter en la sede central de la empresa el pasado julio tras el cambio de nombre a X. (Reuters)
Un operario retira el nombre y logo de Twitter en la sede central de la empresa el pasado julio tras el cambio de nombre a X. (Reuters)

El director empezó a explicar con detalle algunos de los obstáculos para trasladar los servidores a Portland. "Tiene diferentes densidades de rack, diferentes densidades de potencia", dijo. "Así que hay que mejorar las salas". Empezó a dar muchos más detalles, pero al cabo de un minuto, Musk la interrumpió.

"Esto me está dando dolor de cabeza", cortó.

"Lo siento, no era mi intención", respondió ella en un tono monótono y comedido.

"¿Conoces el emoticono al que le está explotando cabeza?", le preguntó. "Así es como siento la cabeza ahora mismo. Menuda puta mierda. Joder. Portland obviamente tiene toneladas de espacio libre. Mover servidores de un sitio a otro es algo trivial".

Faltaban tres días para Navidad, y el gerente prometió el vídeo en una semana. "No, mañana", ordenó Musk.

Los responsables de Twitter volvieron a intentar explicar las limitaciones. Musk interrumpió. "¿Podemos mandar a alguien a nuestros centros de servidores que me pueda enviar vídeos del interior?", preguntó. Faltaban tres días para Navidad, y el gerente prometió el vídeo en una semana. "No, mañana", ordenó Musk. "Yo mismo he construido centros de servidores, y puedo decir si se podrían poner más servidores allí o no. Por eso pregunté si habías visitado de verdad esas instalaciones. Si no has estado allí, no estás diciendo más que gilipolleces".

SpaceX y Tesla tuvieron éxito porque Musk empujó implacablemente a sus equipos a apañárselas con menos, a ser más ágiles y a lanzar oleadas que superaran todos los obstáculos. Así es como habían improvisado una línea de producción de automóviles en una tienda de campaña en Fremont, unas instalaciones de pruebas en el desierto de Texas y un centro de lanzamiento en Cabo Cañaveral hecho de piezas usadas. "Lo único que hay que hacer es trasladar los putos servidores a Portland", repitió. "Si tarda más de treinta días, me dejaría alucinado". Hizo una pausa y volvió a calcular. "Basta con conseguir una empresa de mudanzas, y tardaremos una semana en trasladar los ordenadores y otra en enchufarlos. Dos semanas. Eso es lo que debería pasar". Todos guardaron silencio. Pero Musk seguía calentando motores. "Si tuvieras un maldito U-Haul, probablemente podrías hacerlo tú solo". Los dos gerentes de Twitter miraron para ver si hablaba en serio. Dos de los altos cargos más leales a Musk, Steve Davis y Omead Afshar también estaban en la mesa. Le habían visto así muchas veces antes, y sabían que podía ser así.

placeholder James Musk empujando uno de los bastidores de servidores. (Cedida)
James Musk empujando uno de los bastidores de servidores. (Cedida)

"¿Por qué no lo hacemos ahora mismo?" preguntó James Musk.

James y su hermano Andrew, primos menores de Musk, volaron con él de San Francisco a Austin el viernes 23 de diciembre por la tarde, al día siguiente de la frustrante reunión de infraestructura sobre cuánto tiempo llevaría trasladar los servidores fuera de las instalaciones de Sacramento. Ávidos esquiadores, habían planeado ir solos a Tahoe por Navidad, pero ese día Elon les invitó a venir a Austin en su lugar.

James se mostró reacio. Estaba mentalmente agotado y no necesitaba más estrés, pero Andrew le convenció de que debían ir. Así fue como acabaron en el avión escuchando a Elon quejarse de los servidores.

Estaban en algún lugar sobre Las Vegas cuando James sugirió que podían trasladar los servidores en ese momento. Era el tipo de idea impulsiva, poco práctica, que Musk adoraba. Ya era tarde, pero le dijo a su piloto que desviara la ruta y volvieron a Sacramento.

El único coche de alquiler que encontraron al aterrizar fue un Toyota Corolla. No estaban seguros de cómo iban a entrar en el centro de datos por la noche, pero un empleado de Twitter muy sorprendido, un tipo llamado Alex, de Uzbekistán, todavía estaba allí. Les dejó entrar y les enseñó las instalaciones.

La instalación, que albergaba salas de servidores para muchas otras empresas, era muy segura, con un escáner de retina necesario para entrar en cada una de las cámaras. Alex el uzbeko consiguió que entraran en la cámara acorazada de Twitter, que contenía unos quinientos bastidores del tamaño de un frigorífico con treinta ordenadores cada uno. "Estas cosas no parecen tan difíciles de mover", anunció Elon. Era una afirmación que distorsionaba la realidad, ya que cada rack pesaba unos doscientos kilos y medía dos metros y medio.

placeholder James Musk, con gorra abajo a la derecha, con Andrew justo detrás y el equipo de Extra Care Movers en el centro de servidores de Sacramento. (Cedida)
James Musk, con gorra abajo a la derecha, con Andrew justo detrás y el equipo de Extra Care Movers en el centro de servidores de Sacramento. (Cedida)

"Tendrás que pagar a un contratista para que levante los paneles del suelo", advirtió Alex. "Hay que levantarlos con ventosas". Añadió que otro grupo de contratistas tendría entonces que pasar por debajo de los paneles del suelo y desconectar los cables eléctricos y las varillas sísmicas.

Musk se dirigió a su guardia de seguridad y le pidió prestada su navaja. Con ella pudo levantar una de las rejillas de ventilación del suelo, lo que le permitió abrir los paneles. A continuación, se metió debajo del suelo de servidores, utilizó la navaja para abrir un armario eléctrico, desenchufó los servidores y esperó a ver qué pasaba. No explotó nada. El servidor estaba listo para ser trasladado. "Bueno, no parece muy difícil", dijo mientras Alex el uzbeko y el resto de la pandilla se quedaban mirando. Musk estaba totalmente entusiasmado. Era, dijo riendo a carcajadas, como un remake de Misión Imposible, versión Sacramento.

Al día siguiente, víspera de Navidad, Musk pidió refuerzos. Ross Nordeen, que trabajaba con su amigo James en Tesla, vino en coche desde San Francisco. Paró en la Apple Store de Union Square y se gastó 2.000 dólares en comprar todas las existencias de AirTags para poder rastrear los servidores en su viaje, y luego paró en Home Depot, donde se gastó 2.500 dólares en llaves inglesas, cortapernos, faros y las herramientas necesarias para desatornillar los pernos sísmicos. Steve Davis, un leal lugarteniente de Musk, consiguió que alguien se hiciera con un camión semirremolque y furgonetas de mudanza. Otros alistados llegaron de SpaceX.

Musk replicó que los servidores tenían cuatro ruedas, por lo que la presión en cualquier punto era de sólo 220 kilos

Los bastidores de los servidores tenían ruedas, así que el equipo pudo desconectar cuatro de ellos y hacerlos rodar hasta el camión que los esperaba. Esto demostró que los aproximadamente quinientos podían trasladarse en cuestión de días. "¡Mis chicos son la leche!" celebró Musk.

Otros trabajadores de las instalaciones observaban con una mezcla de asombro y horror. Musk y su equipo de renegados sacaban los servidores sin meterlos en cajas ni envolverlos en material protector, y luego los sujetaban al camión con correas compradas en la tienda. "Nunca había cargado un semirremolque", admitió James. Ross lo calificó de "aterrador". Era como limpiar un armario, "pero lo que hay dentro es totalmente crítico".

A las tres de la tarde, cuando ya habían metido cuatro servidores en el camión, los altos cargos de NTT, la empresa propietaria y gestora del centro de datos, se enteraron de la travesura. Ordenaron al equipo de Musk que se detuviera. Musk tuvo la mezcla de alegría y rabia que suele acompañar a sus ataques de locura. Llamó al director general de la división de almacenamiento, que le dijo que era imposible mover bastidores de servidores sin un grupo de expertos. "Mentira", le explicó Musk. "Ya hemos cargado cuatro en el semi". El director general le dijo entonces que algunos de los suelos no podían soportar más de 220 kilogramos de presión, por lo que hacer rodar un servidor de más de 900 kilos causaría daños. Musk replicó que los servidores tenían cuatro ruedas, por lo que la presión en cualquier punto era de sólo 220 kilos. "El tío no es muy bueno en matemáticas", se burló Musk a su equipo.

placeholder El escritor Walter Isaacson recibe de la mano del presidente de EEUU, Joe Biden, la Medalla Nacional de Humanidades. (Reuters)
El escritor Walter Isaacson recibe de la mano del presidente de EEUU, Joe Biden, la Medalla Nacional de Humanidades. (Reuters)

Habiendo arruinado la Nochebuena de los directivos de NTT, además de suponerles una pérdida potencial de más de 100 millones de dólares en ingresos para el año siguiente, Musk se apiadó y dijo que suspendería el traslado de los servidores durante dos días. Pero se reanudarían, advirtió, al día siguiente de Navidad. Después de Navidad, Andrew y James volvieron a Sacramento para ver cuántos servidores más podían trasladar. No habían traído suficiente ropa, así que fueron a Walmart y compraron vaqueros y camisetas.

Los supervisores de NTT que dirigían las instalaciones siguieron poniendo pegas, algunas bastante comprensibles. Por ejemplo, en lugar de dejarles abrir la puerta de la cámara acorazada, exigían que Musk y su equipo pasaran por un escáner de retina cada vez que entraban. Uno de los supervisores les vigilaba en todo momento. "Era la persona más insufrible con la que he trabajado nunca", dice James. "Pero para ser justos, podía entender de dónde venía, porque le estábamos arruinando las vacaciones, ¿no?".

Los contratistas de mudanzas que NTT quería que utilizaran cobraban 200 dólares la hora. Así que James fue a Yelp y encontró una empresa llamada Extra Care Movers que haría el trabajo a una décima parte del coste. La variopinta empresa llevaba al límite el ideal de la chatarrería. El propietario había vivido un tiempo en la calle, había tenido un hijo y trataba de rehacer su vida. No tenía cuenta bancaria, así que James acabó usando PayPal para pagarle. El segundo día, los miembros del equipo querían dinero en efectivo, así que James fue a un banco y sacó 13.000 dólares de su cuenta personal. Dos de los miembros de la tripulación no tenían identificación, lo que les dificultó el acceso a las instalaciones. Pero lo compensaron con trabajo. "Recibiréis un dólar de propina por cada servidor adicional que traslademos", anunció James en un momento dado. A partir de entonces, cuando subían uno nuevo a un camión, los trabajadores preguntaban cuántos llevaban.

placeholder (Reuters)
(Reuters)

Los servidores contenían datos de los usuarios, y James no se dio cuenta al principio de que, por razones de privacidad, había que borrarlos antes de trasladarlos. "Cuando nos enteramos, los servidores ya habían sido desconectados y trasladados, así que no había forma de volver a conectarlos y luego borrarlos", explica. Además, el software de borrado no funcionaba. "Joder, ¿qué hacemos?", se preguntó. Elon les recomendó que cerraran con llave los camiones y los rastrearan. Así que James envió a alguien a Home Depot a comprar candados grandes, y enviaron los códigos de combinación en una hoja de cálculo a Portland para poder abrir los camiones allí. "No puedo creer que funcionara", dice James. "Todos llegaron sanos y salvos a Portland".

Al final de la semana habían utilizado todos los camiones disponibles en Sacramento. A pesar de que la zona estaba siendo azotada por la lluvia, trasladaron más de setecientos racks en tres días. El récord anterior había sido trasladar treinta en un mes. Aún quedaban muchos servidores en las instalaciones, pero el equipo había demostrado que se podían trasladar con rapidez. Del resto se encargó el equipo de infraestructuras de Twitter en enero.

"En retrospectiva, todo el cierre de Sacramento fue un error", admitiría Musk en marzo de 2023.

Todo muy emocionante e inspirador, ¿verdad? Un ejemplo del enfoque audaz e innovador de Musk. Pero, como ocurre con todas las cosas de Musk, no fue tan sencillo. También fue un ejemplo de su temeridad, su impaciencia ante las críticas y su forma de intimidar a la gente. Los ingenieros de infraestructura de Twitter habían tratado de explicarle, en esa reunión del emoticono al que le explota la cabeza una semana antes, por qué un cierre rápido del centro de Sacramento sería un problema, pero él los rechazó. Tenía un buen historial de saber cuándo ignorar a los detractores. Pero no perfecto. Durante los dos meses siguientes, Twitter estuvo inestable. La falta de servidores provocó colapsos, incluso cuando Musk organizó un Twitter Spaces para el candidato presidencial Ron DeSantis. "En retrospectiva, todo el cierre de Sacramento fue un error", admitiría Musk en marzo de 2023. "Me dijeron que teníamos redundancia en todos nuestros centros de datos. Lo que no me dijeron es que teníamos setenta mil referencias codificadas a Sacramento. Y todavía hay cosas que no funcionan por eso".

Sus lugartenientes más valiosos en Tesla y SpaceX habían aprendido formas de desviar sus malas ideas y darle información no deseada, pero los empleados de Twitter no sabían cómo manejarlo. No obstante, Twitter sobrevivió. Y la travesura de Sacramento demostró a los empleados de Twitter que hablaba en serio cuando hablaba de la necesidad de un sentido maniático de la urgencia.

El texto a continuación es un extracto en exclusiva para El Confidencial del libro ' Elon Musk', la esperada biografía de Walter Isaacson (biógrafo también de Steve Jobs) a la venta en inglés a partir del 12 de septiembre, y en castellano a partir del 14 de septiembre (editorial Debate).

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