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¿El perdón definitivo a Sam Altman? Así termina la investigación sobre su despido en OpenAI
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¿El perdón definitivo a Sam Altman? Así termina la investigación sobre su despido en OpenAI

El culebrón de cinco días vivido en noviembre se cierra por completo. La investigación resuelve que la junta de gobierno se equivocó y actuó precipitadamente. Altman vuelve al máximo órgano de dirección

Foto: Sam Altman. Foto: Reuters
Sam Altman. Foto: Reuters

En la carrera por la inteligencia artificial, todo sucede demasiado rápido. Parece que el despido bumerán de Sam Altman de OpenAI ocurrió hace ya mucho tiempo, y en realidad no ha pasado ni medio año de un terremoto de cinco días de duración que sacudió todo Silicon Valley. Pero aunque el joven directivo había recuperado su puesto como CEO de la empresa creadora de ChatGPT o Sora, aún no se había dado carpetazo del todo. Todavía quedaba resolver la investigación sobre su salida y si las acusaciones del anterior consejo de administración sobre sus intenciones y sus capacidades para ejercer el mando de la compañía eran válidas.

Foto: Fotograma de vídeo creado por Sora. (OpenAI)

Pues bien, la empresa externa encargada de esta auditoría, WilmerHale, ha concluido su trabajo con un informe que exonera a Altman y ataca a la anterior junta de gobierno, que fue decapitada prácticamente al completo como requisito para que el emprendedor volviese a tomar los mandos de la compañía, una vez la plantilla amagó y amenazó con irse al completo a Microsoft y dejar OpenAI completamente vacía.

“La decisión no surgió de preocupaciones sobre la seguridad de productos, ritmo de desarrollo, las cuentas o sus declaraciones a inversores, clientes o socios comerciales”, señala la compañía en un post oficial en el que detalla las conclusiones de WilmerHale que son meridianamente claras: la conducta de Altman no justificaba su decisión. Esta investigación está basada en una batería de entrevistas con actuales y antiguos empleados de la compañía, así como en la revisión de miles de documentos internos y eventos corporativos. Esta consultora, siempre según el comunicado de OpenAI, considera que el anterior consejo, si bien tenía potestad para tomar esa decisión, actuó en “un plazo abreviado” sin avisar a personas clave, sin una investigación completa o una oportunidad para que Altman se explicase. Aquello derivó en una situación de “inestabilidad” completamente conocida.

Una vez el informe ha dado la razón al cofundador de la compañía, el consejo de gobierno de OpenAI ha procedido a volver a darle un asiento en el máximo órgano de la firma, un privilegio que perdió cuando fue despedido. No hay que olvidar que OpenAI cuenta con una extraña bicefalia corporativa. Por una parte, la fundación, que tiene el fin de desarrollar la IA y llevar sus ventajas a toda la humanidad; y, por otra, la compañía que se creó para poder explotarla comercialmente, vendiendo sus productos o levantando rondas de financiación. Esta sociedad está supeditada al objetivo supuestamente sin ánimo de lucro de la primera. Los miembros del consejo, por ejemplo, no pueden tener participaciones ni intereses comerciales en esa parte de OpenAI. Es la razón por la que Altman no tiene apenas acciones de OpenAI.

placeholder Logo de ChatGPT. Foto: Reuters.
Logo de ChatGPT. Foto: Reuters.

El regreso del directivo no es la única novedad de este órgano, que ha nombrado a tres mujeres. De esta forma, la junta vuelve a tener siete miembros y supera la situación de anomalía e interinidad de los últimos meses, donde solo había tres varones en nómina. Eran Larry Summers, Bret Taylor y Adam D’Angelo, el único que se salvó de la quema tras el polémico despido de Altman. Esta situación había provocado críticas de expertos y diferentes personalidades del mundo de la inteligencia artificial al entender que no era una dirección lo suficientemente diversa para abordar desarrollos tan claves y con tanto impacto social.

Las nuevas consejeras son Nicole Seligman, exvicepresidenta de Sony y consejera de varias empresas como Paramount o Intuitive Machines; Fidji Simo, presidenta de Instacart y miembro del consejo de Shopify; así como Sue Desmond-Hellmann, asesora del presidente Biden sobre Ciencia y Tecnología, consejera de Pfizer y antigua directora general de la Fundación Bill y Melinda Gates.

Foto: Sam Altman, CEO de OpenAI. (Reuters)
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Este nuevo órgano también se ha comprometido a ampliar sus competencias y revisar las actuales. Por ejemplo, en el comunicado se habla de “fortalecer la política de conflictos de intereses de OpenAI”. Este no es un punto baladí porque, por ejemplo, el propio Altman tiene inversiones en empresas clave del sector de la IA como Rain Neuromorphics, una prometedora startup que está diseñando chips para entrenar grandes modelos de lenguaje. Esta firma ha sido noticia tanto por sus avances como por el hecho de que el Gobierno de EE UU obligó al fondo soberano de Arabia Saudí a vender sus participaciones al entender que era firma clave para la seguridad nacional. Otras de las tareas pendientes del consejo serán crear una línea para denunciar irregularidades o poner en marcha un comité que vele por la misión y la estrategia de la fundación.

En la carrera por la inteligencia artificial, todo sucede demasiado rápido. Parece que el despido bumerán de Sam Altman de OpenAI ocurrió hace ya mucho tiempo, y en realidad no ha pasado ni medio año de un terremoto de cinco días de duración que sacudió todo Silicon Valley. Pero aunque el joven directivo había recuperado su puesto como CEO de la empresa creadora de ChatGPT o Sora, aún no se había dado carpetazo del todo. Todavía quedaba resolver la investigación sobre su salida y si las acusaciones del anterior consejo de administración sobre sus intenciones y sus capacidades para ejercer el mando de la compañía eran válidas.

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