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El rey caído de los 'coworkings' vuelve al lugar del crimen y ofrece más de 500 millones por WeWork
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¿UN DESPIDO DE IDA Y VUELTA?

El rey caído de los 'coworkings' vuelve al lugar del crimen y ofrece más de 500 millones por WeWork

Neumann fue la principal cabeza de turco por la mala marcha de un negocio que sigue intentando salir de la bancarrota. Ahora el emprendedor quiere recomprar la compañía

Foto: Neumann, CEO de WeWork. (Reuters/Eduardo Muñoz)
Neumann, CEO de WeWork. (Reuters/Eduardo Muñoz)
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"No sé a qué espera Netflix para comprar los derechos para hacer una serie" es una suerte de neorefrán que ya se ha instalado en la cultura popular para indicar que algo o alguien se ha ido completamente de madre. En el caso de WeWork, el gigante de los coworkings, la trama de su auge hasta convertirse en una startup valorada en decenas de miles de millones y su posterior caída en desgracia dio para una producción de 8 capítulos en Apple TV+, además de para una película, un libro y varios pódcast.

Ahora su fundador parece que quiere escribir una segunda temporada. Adam Neumann, quien fue el principal sacrificado por la crisis de la compañía y director ejecutivo de la misma, ha sorprendido con un giro de guion que pocos esperaban: quiere recomprar la empresa.

Para ello está dispuesto a pagar entre 500 y 600 millones de dólares para hacerse con la compañía dedicada al alquiler de oficinas compartidas y espacios corporativos. Una cifra muy lejana, casi cien veces menor, del precio de mercado que alcanzó WeWork, un negocio que llegó a estar valorado en más de 47.000 millones.

De 47.000 M a 8.000… ¿y ahora 500?

Pero la película es muy diferente ahora que entonces. Está a punto de cumplirse un lustro del gatillazo bursátil que propició la caída de Neumann, otrora rey del coworking. Cuando la compañía estaba en lo más alto, estuvo a punto de protagonizar una de las mayores ofertas públicas de venta en 2019. Pero aquel paso, empujado por los muchos fondos de inversión que habían puesto los huevos en esta cesta, pinchó el globo. La profusa documentación que se suele exigir a los que quieren dar este paso, destapó grandes pérdidas y decisiones controvertidas de la dirección, lo que disparó la incertidumbre sobre el futuro de la compañía y sobre el liderazgo del fundador.

El gigante nipón Softbank, uno de los inversores tecnológicos más hiperactivos e importantes del mundo, fue un actor clave en todo el culebrón protagonizado hace cinco años.

La dirección, tras las crecientes dudas, estimaba que la oferta pública de venta se iba a traducir únicamente en 20.000 millones. Una cosa que los japoneses, uno de los mayores accionistas, querían evitar a toda costa, al entender que podían rentabilizar mucho más el dinero que habían inyectado en WeWork. Como respuesta al runrún y las dudas existentes, anunciaron un cambio en el gobierno corporativo que buscaba limitar el cuestionado liderazgo de Neumann. No sirvió de nada y la OPV se tuvo que cancelar. Los más agoreros decían que la idea estaba herida de muerte. Analistas de la firma Bernstein le dieron entonces diez meses de vida si no conseguían financiación de varios ceros urgentemente. El salvavidas lo pusieron los asiáticos, que tuvieron que arremangarse para que el barco no se fuese a pique. Obligaron a reestructurar y hacer importantes despidos.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Apartaron al consejero delegado y fundador, al que le compraron, a precio de saldo, el 22% de sus acciones. Aquel acuerdo redujo notablemente el valor de la compañía: de 47.000 millones pasó a 8.000 millones. Sin embargo, todos esos esfuerzos de Softbank no fueron suficientes. Es bien sabido que el covid fue un golpe letal al negocio del alquiler de oficinas. No sirvió la reestructuración, ni las nuevas fórmulas comerciales bajo demanda para adaptarse a la nueva situación que trajo el teletrabajo. La pandemia fue el comienzo de un lento pero inevitable naufragio que le llevó a declararse en quiebra a finales del pasado año, declarando un pasivo de 19.000 millones de dólares y un activo de 15.000 millones.

El movimiento llegaba después de que en agosto de 2023 la propia dirección reconociese que en el horizonte de la empresa aparecían nubarrones negros. Neumann, que fundó WeWork en 2010, barnizó el negocio para hacerlo lucir como un negocio tecnológico, cuando en realidad era un negocio inmobiliario.

El presentarlo como una startup le sirvió para despertar el apetito de Softbank, pero también de muchos de los peces gordos de Silicon Valley. Uno de los problemas de la compañía fueron los costosos alquileres que tuvo que enfrentar.

Foto: El nuevo centro de WeWork en Francisco Silvela (Madrid) inaugurado esta semana. (Foto: M. Á. Méndez/Montaje: E. Villarino)

WeWork quería poner el pie en las mejores zonas de las grandes ciudades. Eso le obligaba a desembolsar grandes cantidades. Para hacer estos costes más asumibles y conseguir un precio más atractivo, la norma era firmar contratos de larga duración. La cuestión es que la política de captación de inquilinos, directamente, no daba para cubrir esos gastos. Cuando estalló la crisis por su fallida salida a Bolsa, este periódico publicó un reportaje hablando con personas conocedoras del negocio así como clientes. Uno de ellos explicaba que el modelo consistía en tener un 60% del espacio ocupado por grandes empresas, a las que les daban importantes descuentos por contratar en varias ciudades europeas. El objetivo era crecer rápido y convertirse en el número uno lo antes posible.

Con lo que le pagaban esos clientes, apenas cubrían gastos. El mayor margen pretendían sacarlo con el resto de clientes, empresas pequeñas, de unos pocos empleados, a los que les cobraban el metro cuadrado mucho más caro. Para justificar estas cuotas, la compañía tenía que adornar sus espacios con servicios extras y mucho personal, algo que incrementaba notablemente los gastos operativos. ¿El resultado? Una bomba de relojería que se destapó con la documentación presentada para la salida a Bolsa y que no ha habido manera de enderezar por ahora.

Neumann tras WeWork

Pero si algo recibió tantas críticas como el modelo de negocio fue el fundador y sus formas. Desde muchos sectores se veía a Neumann como un nuevo rico de Silicon Valley. Sus excesivos gastos y sus recurrentes excentricidades se entendieron como un reflejo de su estilo empresarial y hubo un sector que nunca terminó de confiar en él.

Hubo un momento crítico y es cuando se empezaron a cuestionar las inversiones que hacía desde WeWork. Muchos le acusaron de no responder estrictamente a motivos estratégicos, sino que estos movimientos se hacían en base a sus gustos e intereses personales. ¿Qué hace una empresa de alquileres de espacios de trabajo invirtiendo en empresas de surf? Neumann invirtió varios millones en estas compañías, incluida una firma de origen vasco, Wavegarden, dedicada a la tecnología para crear olas artificiales. Cuando los 47.000 millones de valoración saltaron por los aires, todas estas participaciones se vendieron.

Lo que muchos se preguntan es qué ha hecho Neumann durante este tiempo. La realidad es que no hizo algo muy diferente. Cuando fue obligado a dejar WeWork fundó una startup que pretendía replicar el modelo pero en el mercado residencial.

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Foto: Reuters.

La compañía, llamada Flow, consiguió que Andreessen Horowitz, uno de los grandes fondos de EEUU, le diera 350 millones cuando todavía no había empezado a operar. Es decir, que sin hacer nada, ya tenía un unicornio entre manos. Teniendo en cuenta el currículum reciente de este emprendedor, algunos inversores no tardaron en poner el grito en el cielo. Esta carta de presentación generó mucha expectación.

Neumann alimentó el hype con mucha retórica que hablaba de una nueva forma de hacer comunidades para reinventar el significado de hogar y engordó el asunto hablando de blockchain y criptomonedas así como de nuevas fórmulas para adquirir los apartamentos. De momento, hay pocas promociones en marcha, pero los que las han podido visitar pintan un escenario diferente y hablan de edificios comunitarios donde Flow se dedica a hacer la gestión diaria. Las dudas suscitadas en torno a su nuevo proyecto no han impedido al empresario encontrar socios que le apoyen en sus planes para asaltar su vieja compañía. Lo adelantó The Wall Street Journal y lo ha confirmado la propia Flow. En total, son 12 empresas "las que se han unido para hacer una potencial oferta de adquisición".

Desde WeWork han admitido esa posibilidad, a través de un comunicado enviado a medios de todo el mundo. "Somos una empresa extraordinaria y no sorprende que recibamos expresiones de interés de terceros de forma regular", afirmaba la comunicación, que apuntaba que la dirección está centrada en sacar a la compañía de la suspensión de pagos y alcanzar la rentabilidad.

"No sé a qué espera Netflix para comprar los derechos para hacer una serie" es una suerte de neorefrán que ya se ha instalado en la cultura popular para indicar que algo o alguien se ha ido completamente de madre. En el caso de WeWork, el gigante de los coworkings, la trama de su auge hasta convertirse en una startup valorada en decenas de miles de millones y su posterior caída en desgracia dio para una producción de 8 capítulos en Apple TV+, además de para una película, un libro y varios pódcast.

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