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Soy un loco del vino y compré un decantador ultrasónico para que tú no tengas que hacerlo
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Gadgets de reserva para vinos

Soy un loco del vino y compré un decantador ultrasónico para que tú no tengas que hacerlo

El mundo del vino se ha modernizado con muchos dispositivos en los últimos años, pero no todos merecen la pena

Foto: El decantador ultrasónico no fue una buena idea.
El decantador ultrasónico no fue una buena idea.
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Comenzar un texto diciendo que soy un loco del vino casi invita a continuar con un: "bueno, tú ya me entiendes", pero es que es cierto. El vino, como la cerveza, o el café es más una cultura que una simple bebida, y no es raro adentrarse tímidamente en esa cultura para acabar obsesionado con sus mecánicas y comprar un decantador por ultrasonidos en Kickstarter.

Sucedió allá por 2016. Mi afición al vino estaba en plena efervescencia y, comoquiera que también soy un entusiasta de la tecnología, me dedicaba a probar cuantos gadgets relacionados con el vino caían en mis manos. Fue entonces cuando descubrí el Sonic Decanter entre las nuevas campañas de Kickstarter. El chisme, que aún sigue a la venta, prometía decantar el vino sin siquiera tener que sacarlo de la botella, suavizando sus matices mediante vibraciones de ultrasonidos en lugar de tener que verterlo en una de esas estilosas jarras de cristal de cuello esbelto y base ancha que luego no hay hijo de su madre que limpie.

En aquella sesión me acompañó Omar Bravo Arroyo, el entonces director de Varma, una compañía especializada precisamente en la importación y exportación de vinos y licores. Durante la prueba llegamos a la conclusión de que el Sonic Decanter funcionaba, pero que no es recomendable en vinos blancos o jóvenes, a los que priva de parte de su aroma y sabor característicos. También descubrimos que el despositivo no era muy a prueba de agua pese a que funciona precisamente llenándose de ella. Poco después de decantar el segundo crianza, el Sonic Decanter sufrió un cortocircuito y pasó a mejor vida exalando una nubecilla de humo. Casi 200 euros tirados a la basura.

Si exceptuamos las conclusiones sobre comprar cosas en páginas de crowdfunding, la moraleja de esta historia es doble. Por una parte es bueno entender que hay procesos en el milenario mundo del vino que no se pueden acelerar. El decantado es uno de ellos. De hecho, el propio Bravo recomendaba no usar esos decantadores con un circuito en espiral para decantar el vino. El especialista señalaba que el circuito de esos accesorios no hace nada salvo airear el vino, que es algo que ya puedes hacer moviendo el vino en la copa. El vino pasa por ellos demasiado rápido como para lograr un decantado completo. El mejor decantador, a su juicio, sigue siendo una jarra que permita a los vinos viejos (crianzas y reservas) reposar y oxigenarse debidamente.

La segunda moraleja de esta historia es que no todos los dispositivos electrónicos supermodernos que giranen torno al vino son tan útiles o deseables como parecen. Por fortuna, ha llovido mucho desde 2016 hasta hoy. En todo ese tiempo he tenido la oportunidad de probar muchos otros gadgets relacionados con el mundo del vino que sí que funcionan. Estos son los más recomendables.

Termómetros

¿Realmente es tan importante saber a qué temperatura servir un vino? Pues sí. Lo cierto es que es bastante importante. En los vinos, las bajas temperaturas enmascaran sabores y aromas, y además resaltan la percepción de la acidez y los taninos. Eso por no mencionar que enfriar mucho un vino es una excelente manera de camuflarlo cuando no es de calidad, y por eso es práctica habitual en no pocos chiringuitos playeros. Lo mismo ocurre con las temperaturas demasiado elevadas, que resaltan en exceso los tonos dulces, y hacen que el alcohol de la bebida sea más volátil, lo que puede opacar otros matices y aromas.

En general, se dice que los tintos jóvenes deben servirse a una temperatura de entre 11 y 15 grados Celsius. Los vinos con más cuerpo, como los crianzas o reservas, se sirven algo más tibios, con temperaturas que rondan los 15 a 18 grados Celsius. Normalmente, la temperatura ideal para servir un vino viene indicada en la propia botella, pero ¿cómo saber a qué temperatura está el vino?

La respuesta obvia es con un termómetro. En el mercado hay tres tipos principales de termómetro aptos para vinos: de anillo, de sonda y por infrarrojos. Los primeros son como una pulsera que se coloca en la parte exterior de la botella y tienen dos ventajas importantes. Miden la temperatura sin tener que abrir la botella, y puedes dejarlos ahí hasta que el vino esté en su temperatura ideal. Hay muchos modelos de este tipo, pero mi favorito con diferencia es el del fabricante alemán WMF (siglas de Württembergische MetallwarenFabrik). El termómetro para vinos WMF s una simple banda de aluminio dotada de una tira sensible a la temperatura que va iluminando los números a medida que esta cambia. No es solo que no necesita pilas, es que puedes hasta meterlo en el lavavajillas. Cuesta 13,79 euros.

placeholder El termómetro para vinos de Württembergische MetallwarenFabrik
El termómetro para vinos de Württembergische MetallwarenFabrik

En el lado negativo, puede ocurrir que la temperatura de la botella no sea la misma que la de la bebida que tiene dentro. Ahí es donde entran en juego los termómetros de tipo sonda, que tienen una varilla metálica que podemos meter en la botella para tomar la temperatura al vino. La pega es evidente: tenemos que abrir la botella. Pero se supone que vamos a beberla en breve de todos modos, por lo que esto no debería ser un problema, ¿no?. Los termómetros tipo sonda tienen la ventaja de que pueden servir para otros alimentos. La varilla debe ser larga para que llegue bien al vino. El Thermopro TP02S cumple con todos esos requisitos y cuesta solo 9,99 euros.

Una tercera opción para tomar la temperatura al vino es usar un termómetro por infrarrojos. Estos dispositivos miden la temperatura sin ni siquiera tocar el vino. Hay decenas de termómetros de este tipo, pero normalmente tienen una vaga forma de pistola que los hace un tanto complicados de usar a través del estrecho cuello de una botella. Medir el exterior, de nuevo, puede resultar engañoso, y consultar la temperatura del vino cuando ya está servido en la copa no tiene mucho sentido. Por esa razón, el modelo que recomendamos es el Vin Bouquet FIC 006, cuya forma parece algo más amigable con las botellas de vino. Cuesta 33,32 euros.

Para todo en esta vida hay una solución que aplica ese principio de que, por goleada, se gana mejor. En este caso concreto esa solución pasa por dejarnos de termómetros y hacernos con un enfriador eléctrico de vino de Cobalance. Basta introducir en él una botella, seleccionar la temperatura a la que queremos que esté y listo. Cuenta con un rango de temperaturas de entre 5 y 18 grados Celsius. Eso sí, cuesta 291 euros.

Abrir el vino

Los aficionados al vino suelen tener debilidad por un tipo concreto de abrebotellas. La mía son los sacacorchos de palanca simple, también llamados a veces sacacorchos de camarero. Los hay con una especie de sistema de dos tiempos, pero me resultan innecesariamente complejos. Puntúan más si llevan el logotipo de un mesón o una bodega.

Pero el proceso de abrir la botella puede ponerse tan complejo como queramos, o más bien como quiera la botella. Hay vinos que, por su edad, pueden tener el corcho frágil y descorcharlos se convierte en una odisea. Los entusiastas de estos grandes reservas amarán el Sacacorchos Durand. Se trata de un dispositivo que combina dos tipos de sacacorchos en uno. Por una parte tiene una rosca simple, pero además tiene dos finas cuchillas como en los modelos denominados de láminas o "ah-so". Estas dos láminas separan el corcho del cristal y lo mantienen en una sola pieza mientras la rosca lo extrae delicadamante. Eso sí, su fama lo precede porque no es barato. Cuesta 199 euros en Amazon.

placeholder El sacacorchos Durand.
El sacacorchos Durand.

La tecnología ha llegado al proceso de abrir botellas de vino en forma de sacacorchos eléctricos. Se trata de sacacorchos en los que un pequeño motor introduce la rosca en el corcho para después tirar de ella. El operario tan solo tiene que apretar suavemente el dispositivo contra la botella o apretar un botón. Ideales para la gente a la que se le da mal esto de descorchar o no tiene la fuerza suficiente como para hacerlo.

Uno de los modelos más cotizados y caros de abrebotellas eléctrico es el Peugeot Elis Touch, que además cuenta con su propia base para recargar, y una cuchilla para cortar la corona de la cápsula. Su batería aguanta hasta 80 descorches según el fabricante. Lo único que puedo decir sobre él después de haberlo probado es que es muy suave y fácil de usar, pero no estoy seguro de si tanto como para merecer la pena el desembolso.

Mi problema con los sacacorchos eléctricos de alta gama es que el proceso de descorche comienza cuando apretamos ligeramente el sacacorchos contra la botella, y a veces es difícil saber cuánta presión aplicar, lo que requiere de cierto período de aprendizaje que depende de la sensibilidad de cada modelo. A veces lo mejor es un buen control manual, y eso es precisamente lo que tiene el Cecotec Instantcork 1000 Gourmet, que es mi sacacorchos de referencia en eléctricos. Tiene dos botones. Uno es para introducir la rosca, y el otro para tirar del corcho. Además, funciona con cuatro pilas que le duran hasta 100 descorches y solo cuesta 24,90 euros. Si las pilas son algo que te molesta, el Sacacorchos eléctrico Arcos lleva batería que se recarga por USB-C y cuesta 39,99 euros.

placeholder El sacacorchos eléctrico Cecotec Instantcork 1000
El sacacorchos eléctrico Cecotec Instantcork 1000

Conservar el vino

Uno de los aspectos del mundo del vino donde más se ha avanzado es en la conservación, y no me refiero a las cavas o neveras para vinos, sino a los sistemas que permiten conservar el vino una vez abierto.

El problema es el siguiente. Hay muchos amantes del vino que no son amantes de la resaca, y por ello no acostumbran a pimplarse una botella entera de una sentada. Sin embargo, una vez se descorcha la botella, el vino tiene los días contados porque queda expuesto al aire y se oxida.

La manera tradicional de intentar alargar la vida del vino una vez abierto es extraer el aire de la botella. Para ello se emplean unos tapones de goma con una membrana que, unida a una válvula, permite extraer el aire y dejar el vino expuesto al vacío. En el mercado hay infinidad de estas bombas, desde las asequibles de Vacu Vin (23,49 euros), hasta modelos más caros como el de la prestigiosa Le Creuset (39,95 euros).

Desgraciadamente, el sistema de bombas de vacío no es perfecto. Puede alargar algo la vida del vino una vez abierto, pero no obra el milagro de conservarlo como si la botella nunca hubiera sido descorchada. Lo más cercano a ese milagro es el sistema ideado por Coravin.

En 2011, la compañía estadounidense Coravin (con sede en Massachusetts) presentó al mundo El Coravin Timeless Three, un sistema de preservación que extrae el vino de la botella con ayuda de una aguja, para después inyectar en ella argón, que es un gas inerte y no tóxico que evita que el vino se oxide. El mismo dispositivo que extrae el vino y lo airea se encarga de inyectar el gas. Una vez se saca la aguja, la botella queda sellada y el vino puede permanecer en buen estado durante años. Tras probar el sistema Coravin Timeless en casa de un amigo experto en vinos puedo constatar dos cosas. La primera es que es bastante más fácil de usar de lo que da a entender la descripción, y la segunda es que conserva el vino intacto durante al menos varias semanas. Ya es mucho.

placeholder El sistema de conservación de vino Coravin Timeless Three.
El sistema de conservación de vino Coravin Timeless Three.

El problema, por supuesto, es que el argón procede de unas cápsulas desechables que se van agotando y que hay que sustituir. El sistema Coravin Timeless con tres cápsulas cuesta 379 euros. Cada juego de 12 cápsulas adicionales cuesta 67. Coravin tiene hasta una versión de su dispositivo para vinos espumosos que cuesta la friolera de 447 euros. En el mercado ya hay alternativas a Coravin que usan gas argón para conservar el vino. La más conocida es la de la compañía suiza Zzysh, que inyecta el gas desde un estiloso bastón que se inserta en la botella, pero no he tenido oportunidad de probarla. Cuesta 280 euros.

La alternativa, por supuesto, es conservar el vino para siempre en la memoria terminando la botella junto a una buena comida y una mejor compañía. La dosificación y la conservación son, al fin y al cabo, necesidades que nos hemnos creado nosotros mismos en estos tiempos modernos.

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Comenzar un texto diciendo que soy un loco del vino casi invita a continuar con un: "bueno, tú ya me entiendes", pero es que es cierto. El vino, como la cerveza, o el café es más una cultura que una simple bebida, y no es raro adentrarse tímidamente en esa cultura para acabar obsesionado con sus mecánicas y comprar un decantador por ultrasonidos en Kickstarter.

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