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Pagar con pulseras en festivales sonaba genial. También esconde un agujero para tu bolsillo
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Y UN FILÓN DE ORO PARA LOS ORGANIZADORES

Pagar con pulseras en festivales sonaba genial. También esconde un agujero para tu bolsillo

Comisiones absurdas, imposiciones, plazos excesivamente cortos de devolución y una amenaza para el bolsillo de los asistentes... las denuncias contra festivales se amontonan por las pulseras 'cashless' y sus cláusulas abusivas

Foto: Una persona paga con una pulsera 'cashless' en un festival de música. (Weezevent)
Una persona paga con una pulsera 'cashless' en un festival de música. (Weezevent)
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Pedirse una cerveza en un festival se ha vuelto la experiencia más instagrameable del mundo. Cientos de personas se apelotonan en largas colas para pagar minis con pulseras multicolores, lo hacen sin saber que usar esos trozos de tela, aunque parezca algo muy moderno, puede ser un agujero para su bolsillo. Estos monederos digitales en forma de brazalete han llegado acompañados de incontables cláusulas que en muchos casos vulneran los derechos del consumidor: comisiones absurdas, imposiciones, plazos excesivamente cortos de devolución y límites de reembolso. Ahora las denuncias se amontonan, pero estos sistemas siguen por una razón: son un filón de oro para los organizadores.

Primavera Sound, Mad Cool, FIB, BBK Live, Reggaeton Beach Festival… Las pulseras cashless desembarcaron hace unos años en los principales festivales de música de nuestro país. Las empresas abrazaron este innovador sistema de pago y a los asistentes, como con los vasos personalizados, les sedujo una tecnología con cierta estética indie molona. Desde entonces, se han vuelto la norma. El funcionamiento es sencillo: los usuarios meten dinero de manera online o en los espacios del recinto dedicados a ello en pulseras que incluyen chips, similar a una tarjeta de prepago, y luego pueden usarlas para pagar bebida y comida en las barras.

Parece una idea genial, pero alrededor de 20 festivales ya han sido denunciados por algunas asociaciones de consumidores por imponer este método como único medio de pago y por utilizarlo para "lucrarse de manera ilegal". La última de estas denuncias cayó sobre el festival Warm Up, celebrado el pasado 3 de mayo.

El argumento en el que se sustenta esta denuncia, presentada ante Espectáculos Públicos y la Dirección General de Consumo y Artesanía de la Región de Murcia por Facua, es cobrar 1,50 euros de comisión en concepto de “gastos de gestión” por devolver a los usuarios el dinero que no hayan gastado de la pulsera cashless. La empresa promotora, Warm Baltimore AIE, sólo dejaba además pagar consumiciones con estas pulseras.

Foto: El festival Sonorama Ribera, celebrado este mes de agosto en Aranda de Duero (EFE/Paco Santamaría)

Ismael Marín fue uno de los asistentes a este festival y relata a El Confidencial cómo su experiencia con las pulseras se convirtió en un dolor de cabeza (y de bolsillo): “La primera sorpresa es que sólo me dejaba meter importes de 5, 10, 15, 20 euros. Y no la cantidad exacta que yo quisiera. La segunda, cuando terminó el festival, porque no me dejaron sacar los dos euros que me quedaban en la pulsera. Y claro, no iba a meter otros tres euros para pagar una bebida de más”.

Dos euros pueden parecer una minucia por la que uno no debería preocuparse demasiado, pero si multiplicamos esta cantidad por miles de asistentes, tenemos un gran agujero de dinero que se escurre de manera silenciosa en beneficio de algún que otro empresario. Marín se sintió estafado, pero como él cientos de personas.

¿Es esto legal?

“Hacen un experimento, ven que nadie les sanciona, y van subiendo la apuesta. En algunos festivales para recargar la pulsera ya hay un mínimo de 30 euros. Es decir, si quieres tomarte algo, tienes que apoquinar al menos 30 euros. Lo hacen sabiendo que si metes esa cantidad vas a ser proclive a gastarte más dinero que si vas a hacer un pedido suelto. Luego, como tampoco les penalizan por quedarse un euro de comisión, lo elevan a 3 euros, que es lo que ha pasado en varios festivales. ¿Mañana serán 6?”, explica a este diario Rubén Sánchez, secretario general de Facua.

placeholder Dos asistentes a un festival efectúan un pago en la barra. (Subsonic Music Festival)
Dos asistentes a un festival efectúan un pago en la barra. (Subsonic Music Festival)

En su denuncia ante el organismo se explica además que el plazo que la empresa estableció para poder solicitar el reembolso una vez terminado el festival era “excesivamente breve”, de sólo cinco días, y muy inferior a los plazos que dicta la ley, que son de cinco años según el artículo 1.964 del Código Civil: "Supone un flagrante desequilibrio contractual, toda vez que si el consumidor no actúa en el indicado plazo, el empresario obtendría un enriquecimiento injusto al apropiarse de una cantidad íntegra de un servicio que finalmente no se presta", señalan en la demanda.

Tanto FACUA como la OCU hacen hincapié en que las diferentes cláusulas que impuso la promotora a sus asistentes son abusivas según el artículo 82.1 de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, que establece que estas son “todas aquellas estipulaciones no negociadas individualmente y todas aquellas prácticas no consentidas expresamente que, en contra de las exigencias de la buena fe causen, en perjuicio del consumidor y usuario, un desequilibrio importante de los derechos y obligaciones de las partes que se deriven del contrato”.

Otro incumplimiento de la normativa vigente sería la imposición de la pulsera cashless como único método de pago en el festival. De hecho, la mencionada ley penaliza en su artículo 82.4 “la negativa a aceptar el pago en efectivo como medio de pago dentro de los límites establecidos por la normativa tributaria”.

Foto: De izquierda a derecha: Alberto López, Gonzalo Caselles, Javier Rey, Tomás Fernández y Alberto Artero.
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“Tienen a miles de personas "cautivas" y privadas de comida y bebida en un recinto donde no van a pasar precisamente una hora, sino todo el día. Ante esa necesidad de consumo, aprovechan para: primero, vender productos carísimos. Y segundo, elevar la cuantía de las comisiones y de dinero límite que puedes recuperar de las pulseras. Si te han sobrado 2 euros y la consumición vale 4, mucha gente no va a pagar el extra”, señala Sánchez.

El efecto cashless y una plaga

Estas no son las únicas amenazas para el bolsillo del consumidor. Su uso en eventos y festivales impulsa el gasto de los asistentes hasta un 20%, según un informe realizado por IDASFEST, empresa especializada en esta tecnología. La razón es que con las pulseras no somos tan conscientes de lo que estamos gastando y se produce lo que algunos economistas llaman “efecto cashless”. "La ausencia de "dolor" que se experimenta cuando se utiliza dinero de plástico tiene una influencia en los niveles de gasto", señala también el Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada en un estudio.

Es decir, cuando se paga en efectivo hay un componente físico que afecta a nuestra psicología. El simple hecho de sacar la cartera y notar el peso de las monedas ya nos recuerda lo que nos cuesta ganar dinero. “Con la pulsera existe un sentimiento de dinero infinito y la gente tiende a gastar más. Además, es muy normal que cuando el festival se termina, la gente se olvide de reclamar lo que les queda en el plazo estipulado. La empresa infla sus beneficios quedándose las sobras”, apunta Sánchez.

Las consecuencias penales de esta práctica son casi inexistentes. El Ayuntamiento de Sevilla le abrió expediente sancionador en 2022 al festival Interestelar por un importe de 12.000 euros por quedarse con parte del dinero no consumido de las pulseras cashless, que era el único método de pago habilitado por el evento. En este caso, cobraban 1,5 euros en concepto de “comisiones bancarias y gastos de gestión”. A día de hoy, el consistorio todavía no ha resuelto dicho expediente.

placeholder Los asistentes al festival de música Interestelar recogen sus pulseras. (Idasfest)
Los asistentes al festival de música Interestelar recogen sus pulseras. (Idasfest)

Se trata de una práctica extendida en casi toda la península. Las comisiones varían dependiendo del festival, pero ahí están: FIB (3 euros), Love The 90's (2 euros), Reggaeton Beach Festival (1,5 euros), Love The Twenties (2 euros). En el caso del Mad Cool, la cifra correspondiente a los gastos de gestión varía para los países fuera de la zona SEPA. Eso cuando la Comunidad de Madrid contempla en su Ley de Protección de Consumidores como infracción “la realización de transacciones en las que se imponga al consumidor condiciones, recargos o cobros indebidos, prestaciones accesorias no solicitadas o cantidades mínimas, así como la no aceptación de medios de pago admitidos legalmente u ofertados”.

En el caso del FIB se dieron solamente seis días para realizar la solicitud de reembolso. Y en el caso del Cruïlla de Barcelona el importe debía ser superior a 2 euros para poder ser retirado, ya que, en caso contrario, se destinaría como donación a Oxfam Intermón. “Si no quieres hacer la donación, solo tienes que cargar un importe superior a 2 euros antes de que termine el festival y entonces se te devolverá el importe íntegro automáticamente”, explican en su web.

Foto: Dos turistas se dirigen a un hostal. (Pexels)

El uso de pulseras cashless no promete detenerse en un futuro cercano. Y las cláusulas que las acompañan tampoco. El próximo evento que contará con esta tecnología será la cita musical O Son do Camiño, en Galicia, el próximo 30 de mayo, donde será el único método de pago permitido dentro del recinto.

La pregunta ahora es por qué si se está violando la normativa de forma indiscriminada, sigue siendo una práctica tan habitual. Facua lo tiene claro: "Incluso cuando hay sanción, que pasa rarísimas veces, son mínimas. En Sevilla se les quería multar con 12.000 euros. Eso es un minipeaje. Si ganan 100.000 con una práctica fraudulenta, y les ponen una multa así, no les interesa dejar de usar este sistema. Hasta que no se apliquen multas con más ceros, esto no va a cambiar". Y añaden: “Da la sensación de que a los gobiernos regionales no les importa lo más mínimo lo que les pasa a los consumidores, sobre todo a los jóvenes, y miran hacia otro lado. Está claro que los festivales hacen famosas a las provincias donde se celebran, mejoran la economía local y se fomenta el turismo. ¿Pero a qué coste?”

Pedirse una cerveza en un festival se ha vuelto la experiencia más instagrameable del mundo. Cientos de personas se apelotonan en largas colas para pagar minis con pulseras multicolores, lo hacen sin saber que usar esos trozos de tela, aunque parezca algo muy moderno, puede ser un agujero para su bolsillo. Estos monederos digitales en forma de brazalete han llegado acompañados de incontables cláusulas que en muchos casos vulneran los derechos del consumidor: comisiones absurdas, imposiciones, plazos excesivamente cortos de devolución y límites de reembolso. Ahora las denuncias se amontonan, pero estos sistemas siguen por una razón: son un filón de oro para los organizadores.

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