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El gran fiasco naval estadounidense que reivindica a los ingenieros españoles
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USS Constellation: demoras y sobrecostes

El gran fiasco naval estadounidense que reivindica a los ingenieros españoles

La US Navy exige a su diseño una hazaña técnica que solo han conseguido los ingenieros españoles de Navantia: meter un sistema de defensa antiaérea AEGIS en un buque de menos de 6.000 toneladas

Foto: Fragata clase Constellation, derivada del diseño europeo FREMM. (US Navy)
Fragata clase Constellation, derivada del diseño europeo FREMM. (US Navy)

La armada de guerra de Estados Unidos tiene un problema. Su papel secundario durante las dos largas décadas de guerra global contra el terrorismo la dejó rezagada estratégica y tecnológicamente. Sus dos proyectos estrella de buques de combate resultaron ser un fiasco. Mientras tanto, el poder naval China no para de crecer con nuevos modelos, de patrulleras a portaviones. Así que el Pentágono optó por una opción radical: comprar un diseño extranjero de fragata antisubmarina para producirla localmente cuanto antes. Pero los viejos hábitos nunca mueren.

Los marinos estadounidenses pidieron tantas modificaciones al concepto original que se estiman al menos tres años de retraso en la entrega de la primera unidad. Una demora muy vinculado a un desafío de diseño que los ingenieros navales españoles resolvieron hace tiempo. De hecho, tras el reciente desafío de seguridad en el Mar Rojo, más de uno se pregunta si no les hubiera ido mejor con el diseño de Navantia.

Incapaz de no pensar a lo grande

La armada estadounidense incorporó en el siglo XXI dos diseños de buque de líneas futuristas. Uno era un destructor cuya estética furtiva le hubiera permitido hacer un cameo como nave espacial en Star Wars. La novedad del buque era un cañón de largo alcance cuyos proyectiles resultaron ser más caros que un misil, lo que hacía imposible los bombardeos de saturación y arruinó la razón de ser del arma. Tan solo se construyeron tres destructores clase Zumwalt. Ahora se está sustituyendo los cañones por lanzaderas de misiles hipersónicos y darles un nuevo propósito en los escenarios de batalla naval en el Indo-Pacífico.

El otro programa para incorporar 'buques del futuro' de la armada estadounidense es, quizás, el mejor catálogo de todas las malas prácticas del Pentágono y del complejo militar industrial estadounidense. El objetivo inicial era desarrollar un buque pequeño, en torno a 700 toneladas, para operar en aguas litorales durante conflictos irregulares. Su propio nombre, Streetfighter, evocaba la idea de un "peleador callejero" adaptado para combates a corta distancia en bahías, estrechos y archipiélagos. Era el tipo de buque que hubiera desempeñado un buen papel frente a los piratas del Cuerno de África o a los terroristas que se movían entre las islas del sur de Filipinas durante los años enfocados en combatir terroristas.

Pero la idea de un pequeño buque incapaz de enfrentarse a corbetas o fragatas ligeras incomodó a los planificadores estadounidenses. Nadie quería verse en un futuro respondiendo a las preguntas de congresistas o periodistas sobre por qué marineros estadounidenses habían entrado en combate en un pequeño buque indefenso contra corbetas iraníes o fragatas chinas. El diseño tenía que ser más grande y estar más armado.

Foto: Corbeta Oz clase Saar-6 de Israel. (Reuters/Amir Cohen)

Lo que nació como un pequeño buque de guerra litoral terminó creciendo y creciendo; tanto que alcanzó el tamaño de una corbeta, pero manteniendo una velocidad punta propia de la embarcación ligera original. Esto obligó a dotar al diseño de unos motores caros y complejos para mover un buque de más de 2.000 toneladas.

Decisiones que nunca acaban bien

Se tomó entonces una de esas decisiones que nunca acaban bien. El nuevo buque de combate litoral (LCS, en inglés) debía sustituir a tres modelos totalmente diferentes: una fragata antisubmarina, un cazaminas y un patrullero. Para ello debería contar con equipos modulares de quita y pon que permitiera adaptar el buque a cada misión específica. Esos equipos llegaron tarde, nunca dieron el resultado previsto o el programa que debía desarrollarlos no dio frutos. Los LCS quedaron entonces como unos caros cascarones vacíos sin pegada porque su armamento básico era un pequeño cañón de 57mm y un sistema de defensa de punto antimisil RAM, careciendo en su configuración básica de misiles ofensivos.

Si los problemas del programa LCS no fueran suficientes, se optó por no elegir un diseño ganador, sino repartir el presupuesto entre los dos diseños finalistas para tratar de contentar a todo el mundo. Esto supuso que la armada de los Estados Unidos incorporó dos tipos de buques para la misma función, multiplicando los costes al tener que crear líneas logísticas diferentes y formar tripulantes para buques distintos.

El proyecto LCS pareció maldito de principio a fin. Y justo entonces, Washington comenzó a pasar página en el terrorismo para realizar su "pivote a Asia" —un eufemismo para vigilar y contener el auge geopolítico de la China de Xi Jinping—, buscando alianzas en la región. Los escenarios volvían a contemplar una guerra naval convencional y se hacía necesario contrarrestar las ingentes cantidades de buques de combate que China estaba construyendo. Era necesario una solución rápida y efectiva. Construir decenas de fragatas de un diseño probado con el que no hubiera margen para el error. Nació el programa FFG(X).

En la vieja Europa sabían algo...

La última vez que Estados Unidos quiso construir decenas de fragatas a buen ritmo y bajo coste fue en los años álgidos de la vieja Guerra Fría, cuando su principal desafío naval era defender los convoyes cargados de material militar que atravesaban el Océano Atlántico. Para ello se diseñó un portaeronaves ligero dotado de aviones de despegue corto y aterrizaje vertical denominado Buque de Control del Mar (Sea Control Ship). El diseño nunca entró en servicio en la armada norteamericana, pero generó interés en España y finalmente se convirtió en el portaeronaves R11 Príncipe de Asturias.

El otro diseño fue una fragata antisubmarina de 4.500 toneladas de desplazamiento con hangar para dos helicópteros antisubmarinos y con algunas soluciones de compromiso, como contar con un solo eje y una sola hélice. Se construyeron un total de 71, una cantidad que resulta asombrosa en los tiempos actuales. La explicación es que no se construyeron únicamente para la armada estadounidense, donde se denominó clase Oliver Hazard Perry, sino que también España, Australia y Taiwán compraron y adaptaron el diseño para construir estas fragatas en sus propios astilleros.

El programa FFG(X) partía de una cura de humildad del Pentágono. Se asumía que los astilleros europeos sí eran capaces de diseñar y construir una fragata funcional por un precio contenido. Al contrario que para la armada estadounidense, las armadas europeas no planifican sus buques con la premisa de que el cielo es el límite. Los límites presupuestarios obligan a establecer compromisos en el diseño. Así que se invitaron a astilleros europeos a presentar sus diseños.

Foto: L61 Juan Carlos I. (Daniel Capilla)

Seis candidatos llegaron a los últimos pasos del concurso FFG(X). Austal USA y Lockheed Martin, responsables de los dos diseños de buques de combate litoral, presentaron versiones mejores armadas donde los nuevos equipos se veía como pegotes. Huntington Ingalls Industries, otro astillero estadounidense, presentó una versión mejorada de su diseño de patrullero oceánico para la guardia costera. Nadie puso mucha confianza en la victoria de los diseños estadounidenses. La idea era que el programa FFG(X) elegiría un diseño sólido y probado de fragata. Eso significaba elegir entre los tres diseños europeos. El diseño alemán MEKO 200 fue descartado en el último corte. Eso dejó el concurso en cosa de dos.

La empresa pública española Navantia acudió al concurso FFG(X) de la mano de General Dynamics y con el diseño de las futuras fragatas de la serie F-110 bajo el brazo. En aquel entonces, no se había empezado a construir ninguna, pero el diseño se consideraba sólido porque era una evolución de las F-100, especializadas en guerra antiaérea. Precisamente, lo que hizo excepcional a las fragatas F-100 fue que integraban en un casco de casi 6.000 toneladas el sistema estadounidense de defensa antiaérea AEGIS, que hasta la fecha sólo habían incorporado destructores y cruceros de más de 8.000 toneladas de las armadas estadounidense y japonesa. El programa FFG(X) requería que el diseño ganador integrara el sistema AEGIS, así que la propuesta española llegaba con los deberes hechos.

El otro candidato con verdaderas posibilidades era el diseño franco-italiano de Fragata Europea Multi Misión (FREMM), que en el concurso FFG(X) fue presentado por el astillero italiano Fincantieri. La propuesta italiana se consideró que partía con ventaja porque era un diseño de buque ya en servicio y por detalles del diseño, como una planta propulsora más silenciosa que del diseño español y con mayor potencial para alimentar nuevos sistemas de armas en el futuro.

En realidad, la decisión final sobre la fragata FFG(X) tenía, como en todo proyecto de defensa, importantes componentes políticos. El socio local en este proyecto era una subsidiaria estadounidense de la propia Fincantieri que coqueteaba con la bancarrota y está ubicada en un estado cuyos votos se consideraban importantes en la elección de 2020. La propuesta italiana fue proclamada ganadora en abril de 2020.

Si no está roto, no lo arregles

El plan original del programa FFG(X) era hacer lo nunca visto. Comprar un diseño probado de un astillero europeo para adaptarlo a las necesidades estadounidenses como solución rápida de bajo riesgo tecnológico. Pero los viejos hábitos son difíciles de cambiar. Y, desde el principio, la US Navy hizo lo que está acostumbrada a hacer: pedir que el buque hiciera más y mejores cosas. Un informe destinado al Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes nos permite saber qué sucedió al detalle.

La eslora del buque fue aumentada para anticiparse a la futura incorporación de nuevos equipos e introducir una planta propulsora más potente que permitiera mantener tanto una velocidad de crucero más alta como alimentar los sistemas de armas adicionales. Estos cambios anticipan que próximamente las fuerzas armadas occidentales empezarán a introducir sistemas láser como defensa frente a drones y misiles, lo que conlleva un alto consumo eléctrico.

El alargamiento del buque supuso añadir 500 toneladas a su desplazamiento. Esto, unido a los cambios en los mástiles de antenas para acomodar equipos estadounidenses, cambió por completo la relación de pesos y equilibrios respecto al diseño original de la variante italiana de la fragata FREMM antisubmarina.

Foto: Imagen: EC Diseño.
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Poco a poco, el diseño de la futura USS Constellation se fue alejando cada vez más del original. Pero en los astilleros estadounidenses decidieron empezar a construir el buque en agosto de 2022 sin esperar a que estuvieran cerrados estas modificaciones, algo que ha supuesto sobrecostes porque se tendrán que rehacer algunas partes. En febrero de 2024 todavía quedaban 343 de un total de 511 requerimientos del buque por definir, creando un efecto de cuello de botella en la construcción del buque.

No había terminado el año 2022 y en la armada de Estados Unidos ya eran conscientes que la primera fragata no iba a ser entregada en tiempo y forma. Los retrasos empezaron a acumularse. En enero de 2024 se calculaba que la entrega final tendrá lugar 36 meses después de lo previsto. Además del del retraso, se ha descubierto que la propuesta de Fincantieri al concurso FFG(X) calculó los costes sin haber cerrado precios con los subcontratistas y los costes se han disparado por la inflación.

Aegis o nada

Uno de los requerimientos del programa FFG(X) era que la fragata ganadora incorporase el sistema de defensa antiaérea AEGIS. Es un sistema de sobra conocido por ser empleado por varias familias de buques en servicio en la armada estadounidense que son totalmente diferentes a la nueva fragata. Ahora solo se sabrá si funciona la integración en la integración en el modelo italiano cuando el primer buque esté completado. Igual que con la planta propulsora, que es un diseño único para este buque, y los programas informáticos que la manejan, que son un 95% nuevos.

El programa FFG(X) nació con la vista puesta en la región de Asia-Pacífico donde China, potencia continental que compensó durante años la debilidad de su armada construyendo submarinos de ataque para establecer una 'Gran Muralla' marina. Pero los astilleros chinos han botado en los últimos años buques de guerra de forma incesante. Sin ir más lejos, el tercer portaaviones nuclear chino completó recientemente sus pruebas de mar. La amenaza ahora ya no son las manadas de submarinos convencionales en las aguas cercanas al litoral chino, sino flotillas de destructores y fragatas dotados de misiles que planten cara a los grupos aeronavales estadounidenses aproximándose a la región.

La reciente crisis en el Mar Rojo, con lanzamiento de misiles balísticos y antibuque, junto con drones kamikaze, constituyó una auténtica prueba de fuego para las armadas occidentales. Ahí surgió un lamento en Estados Unidos. Qué oportuno hubiera sido para la armada estadounidense contar con un buen puñado de buques con el probado y eficaz sistema AEGIS pero más pequeños y económicos que los destructores Arleigh Burke, que en su última variante ya se aproximan a las diez mil toneladas.

Contar con más buques más pequeños y económicos significa que para el mismo presupuesto se pueden construir más y multiplicar tu presencia naval. El retrato robot del buque soñado encaja a la perfección con las fragatas F-100 españolas, diseño vendido a Australia. La saga de las fragatas estadounidenses podría todavía darnos alguna sorpresa en el futuro.

La armada de guerra de Estados Unidos tiene un problema. Su papel secundario durante las dos largas décadas de guerra global contra el terrorismo la dejó rezagada estratégica y tecnológicamente. Sus dos proyectos estrella de buques de combate resultaron ser un fiasco. Mientras tanto, el poder naval China no para de crecer con nuevos modelos, de patrulleras a portaviones. Así que el Pentágono optó por una opción radical: comprar un diseño extranjero de fragata antisubmarina para producirla localmente cuanto antes. Pero los viejos hábitos nunca mueren.

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