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Armas medievales para la guerra del siglo XXI: ¿por qué Israel usa catapultas contra Hezbolá?
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una frontera en perenne tensión bélica

Armas medievales para la guerra del siglo XXI: ¿por qué Israel usa catapultas contra Hezbolá?

Las insólitas imágenes de unos soldados israelíes utilizando una suerte de catapultas con proyectiles incendiarios nos hace preguntarnos: ¿qué hace uno de los ejércitos más sofisticados del planeta usando este artilugio?

Foto: Incendios en Israel después de un ataque de Hezbolá con cohetes y drones. (Reuters/Rami Shlush)
Incendios en Israel después de un ataque de Hezbolá con cohetes y drones. (Reuters/Rami Shlush)

Una de las imágenes más insólitas que ha circulado por redes del conflicto en Oriente Medio es la de unos soldados israelíes utilizando una suerte de catapultas para lanzar proyectiles incendiarios en la frontera con Líbano. Los videos se viralizaron de forma inmediata y suscitaron todo tipo de comentarios, chistes y memes sobre "un ejército medieval". Lo cierto es que en esta divisoria, en el norte de Israel, suceden y se ven cosas que, a veces, cuesta creer. Hoy hablaremos sobre este ingenio aparentemente contradictorio, su significado (porque tiene una utilidad militar significativa) y de su contexto: una frontera en permanente tensión bélica.

Lo primero que hay que decir es que el artilugio que se ve en el vídeo no es una catapulta, sino algo más sofisticado denominado fundíbulo, un arma que también se conoce como trebuchet o trabuquete. Eran armas de asedio ideadas para lanzar piedras o proyectiles incendiarios sorteando las murallas enemigas o, directamente, destruyéndolas. Su construcción, lejos de ser burda, requería de mucha pericia y trabajo. En función de su tamaño, podían lanzar grandes proyectiles hasta distancias de hasta 300 metros.

Los trabuquetes fueron muy utilizados en Europa desde el siglo XII, pero cayeron en desuso a lo largo del siglo XVI, en cuanto la pólvora y la artillería se mostraron más poderosas (y precisas) para derribar murallas y abatir enemigos. Así que, al ver las imágenes, es normal preguntarse qué hacían fuerzas israelíes —de las más sofisticadas del planeta— en pleno siglo XXI lanzando proyectiles incendiarios con tecnología militar del medievo.

De trabuquetes se han hecho y existen varias réplicas. Algunas a tamaño real y otras muchas a escala, aunque no todas funcionan. Esa es precisamente la cuestión que nos lleva a estos soldados, pues consiguieron construir una réplica de madera a escala completamente operativa (como se puede ver en las imágenes). Pero, ¿por qué lo hicieron? ¿Para qué? El porqué puede ser lógico de responder. Quizás tan solo el reto que supone construir un artefacto de este tipo y que funcione. Es decir, no lo han construido porque lo necesitaran, ya que el ejército israelí cuenta con medios para el mismo fin.

Con qué objetivo lo hicieron es otra cuestión más interesante. La pista nos la da que lancen proyectiles incendiarios y es algo que va muy unido a la situación de una de las fronteras más complejas y enrevesadas que hay en el mundo (y donde hay desplegadas tropas españolas con la ONU). Un lugar donde no hay una única línea de demarcación y que, además, es cuestionada por algunas de las partes. Si queremos entender las cosas que suceden por allí, antes es obligado echar la vista y entender cómo llegamos hasta aquí.

Y así todo

Líbano e Israel son dos estados que, oficialmente, están en guerra. Para complicar más las cosas, Siria, que tiene frontera con ambos, ha estado en guerra con Israel desde el mismo momento de la fundación del Estado judío, a la vez que invadió y ocupó gran parte del este de Líbano entre 1976 y 2005. La excusa fue proteger a la minoría cristiana, pero con el claro objetivo de presionar a su archienemigo y contrarrestar su presencia al sur.

Los israelitas, a su vez, han mantenido enfrentamientos fronterizos desde 1968, entonces con la OLP (Organización para la Liberación de Palestina). En 1978, invadieron el sur de Líbano y lo volvieron a hacer en 1982. En esta ocasión llegaron hasta la misma capital, Beirut, de la que se retiraron —aunque mantuvieron una ocupación del territorio al sur del río Litani—. Es entonces cuando surge Hezbolá, un movimiento de resistencia islámico de la rama chií y patrocinado por Irán; que, de alguna manera, ocuparía el hueco dejado por la OLP tras su expulsión a Túnez en 1982.

Foto: Humo en el lado israelí de la frontera tras el lanzamiento de cohetes desde Líbano el pasado 23 de junio. (Reuters/Avi Oyanon)
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En 1993 y 1996, Israel realiza operaciones militares de gran alcance sobre Líbano, hasta que en 2000 abandonó la zona ocupada al sur. Sin embargo, en 2006 surge otra grave crisis motivada por una creciente actividad de Hezbolá y se desatarían las hostilidades tras el secuestro de dos soldados judíos. Se inician entonces operaciones militares que son respondidas por los chiíes con lanzamientos masivos de cohetes sobre el norte de Israel. Este, a su vez, intensifica los ataques aéreos sobre objetivos enemigos e invade, una vez más, el sur libanés hasta llegar al río Litani.

Es entonces cuando Naciones Unidas, ya presente con tropas desde 1978, intervino e incrementó sus efectivos en la zona sur con la famosa Resolución 1701. Añadan a todo lo sucedido hasta entonces una guerra civil de ‘todos contra todos’ que se prolongaría desde 1975 a 1990, donde combatieron grupos rivales religiosos y políticos, para entender la enorme complejidad de lo que sucede allí.

Todos estos conflictos, invasiones, así como las propias guerras árabe-israelíes, han propiciado un baile de territorios que son reclamados como suyos por todas las partes. Esto hace que las fronteras no sean aceptadas con unanimidad y existan roces permanentes en determinados puntos. Un gran ejemplo es la zona conocida como “las granjas de Shebaa”, un territorio reclamado por Líbano pero que formalmente era sirio y que, tras la guerra de los Seis Días de 1967, fue ocupado por Israel como parte de los Altos del Golán.

placeholder El terreno minado y, al fondo, casas de colonos judíos donde se ve una posición defensiva. (Juanjo Fernández)
El terreno minado y, al fondo, casas de colonos judíos donde se ve una posición defensiva. (Juanjo Fernández)

Así pues, ese terreno de apenas 20 kilómetros de largo y unos tres o cuatro de ancho, donde muchas explotaciones están abandonadas, es considerado por los libaneses como suyo (y los sirios ya lo dan por bueno), pero Israel lo mantiene ocupado porque en realidad lo anexionó de Siria y, desde su punto de vista, está bajo su administración desde 1981. Mientras, Naciones Unidas reconoce que es un territorio sirio ocupado, pero sobre el que no existen pruebas de la propiedad libanesa. Y así todo.

Una frontera técnica

Después de este brevísimo resumen, no se van a sorprender de que las demarcaciones fronterizas en esa zona son cualquier cosa menos claras y unánimes. En algunos sitios, es posible encontrarse hasta tres demarcaciones fronterizas diferentes. Quizás la más importante es la frontera establecida por Naciones Unidas, denominada Blue Line y marcada por unos característicos barriles azules sobre postes; una marca que no es frontera internacional, sino una línea de alto el fuego. Detalle relevante.

Esto hace que, aunque esta línea divisoria limite la actuación de las fuerzas de Naciones Unidas, haya también otras líneas fronterizas más o menos coincidentes con la Blue Line. La más relevante, y la que tiene efectos prácticos, es un vallado de seguridad instalado por los israelíes. Se denomina Technical Fence (verja técnica) y, según el lugar, incorpora dispositivos de vigilancia y de defensa.

Entre la Tecnical Fence y la Blue Line suele haber una alambrada sencilla. No para impedir el paso, sino para avisar que el terreno entre ambas puede estar minado (que lo está en una gran parte). Este terreno es una especie de tierra de nadie con funciones de seguridad, pues permite detectar movimientos y evitar infiltraciones hacia su lado.

placeholder Zona de Kafr-Kela. Muy conflictiva y radicalizada. Se ve el muro levantado por Israel. (Juanjo Fernández)
Zona de Kafr-Kela. Muy conflictiva y radicalizada. Se ve el muro levantado por Israel. (Juanjo Fernández)

Esta franja de tierra puede tener un ancho de 0 hasta 400 metros, en algunos puntos específicos. En las zonas especialmente conflictivas o cercana a núcleos urbanos, Israel ha optado por instalar un muro. Son estructuras imponentes que pueden levantar de un día para otro. Incorporan cámaras de vigilancia y sensores. Los muros se levantan siempre dentro de su territorio y, como ocurre en la zona de Kafr-Kela, los libaneses de la zona —militantes chiíes muy radicalizados y simpatizantes de Hezbolá— ocupan de inmediato cualquier resquicio, pintan el muro e incluso instalan a su pie parques infantiles.

Las tierras de nadie son utilizadas para controlar el terreno y son habituales en zonas poco pobladas. La Technical Fence tiene accesos repartidos en diferentes puntos y, si no está minado, los israelíes suelen arar y alisar este terreno. Así es más fácil detectar movimientos de personas. También necesitan evitar que la maleza crezca descontrolada, pues facilita que se puedan ocultar personas o equipos.

El trabuquete incendiario

Y aquí llegamos, por fin, al trabuquete. Los israelíes controlan la vegetación mediante pequeños incendios para los que utilizan diferentes métodos, como drones, lanzallamas o cualquier método necesario. Puede ser una catapulta improvisada o soldados disparando con arco flechas en llamas. Algo que también tiene mucho que ver con cómo las horas de guarnición se pueden hacer eternas en un puesto fronterizo.

Estos incendios muchas veces dan lugar a pequeños operativos de emergencias muy poco ortodoxos. En verano, la maleza se seca y el fuego no conoce ni la Blue Line ni ninguna otra línea imaginaria humana. Por eso los bomberos libaneses acuden a apagar o, al menos, controlar el incendio y evitar que se meta en su terreno. Esto es muy habitual cuando, además, hay cerca un puesto de Naciones Unidas.

placeholder Los despreocupados bomberos del sur de Líbano. (Juanjo Fernández)
Los despreocupados bomberos del sur de Líbano. (Juanjo Fernández)

Los bomberos acuden con su camión, unos uniformados y otros en vaqueros. Cuando hay periodistas observando, se lo toman con mucha guasa y, en una frontera oficialmente en guerra, se permiten bromear hasta con el alcance de la manguera. Algo que puede parecer inusual pero que es cotidiano para ellos. Como también es lo normal circular por una carretera y escuchar disparos de ametralladora del lado libanés. “Parece una ligera de 7,62mm”. Y unos minutos después, unos disparos más secos, roncos y fuertes del lado israelí: “Nada, la 12,70 del puesto de vigilancia, que les contesta”.

Pero la realidad del conflicto permanente alcanza al incendio y a los despreocupados bomberos. De pronto, surge una pequeña fumata blanca y, acto seguido, viene una explosión que genera una buena polvareda. Una de las minas se ha activado con el incendio. Son plásticas, por lo que suelen desprender humo blanco al principio.

Los bomberos ni se inmutan. Lo han visto ya muchas veces. Esa es la normalidad en una tierra donde los niños no dejan de ir al colegio por nimiedades, sino porque “ayer bombardearon desde la Palestina ocupada”. Es así como se refieren a Israel y así nos lo contaba una maestra de escuela, con la naturalidad del que narra su día a día.

Una de las imágenes más insólitas que ha circulado por redes del conflicto en Oriente Medio es la de unos soldados israelíes utilizando una suerte de catapultas para lanzar proyectiles incendiarios en la frontera con Líbano. Los videos se viralizaron de forma inmediata y suscitaron todo tipo de comentarios, chistes y memes sobre "un ejército medieval". Lo cierto es que en esta divisoria, en el norte de Israel, suceden y se ven cosas que, a veces, cuesta creer. Hoy hablaremos sobre este ingenio aparentemente contradictorio, su significado (porque tiene una utilidad militar significativa) y de su contexto: una frontera en permanente tensión bélica.

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