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La guerra para aislar tecnológicamente a China parecía ganada. En realidad, está haciendo agua
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UNA RED LLENA DE AGUJEROS

La guerra para aislar tecnológicamente a China parecía ganada. En realidad, está haciendo agua

Tras años de veto, EEUU sigue sin conseguir que las empresas chinas accedan a componentes clave. Hasta Nvidia va a vender sus chips para IA más potentes allí. El problema, un plan que parecía infalible lleno de letra pequeña

Foto: Una de las máquinas de ASML. (Reuters)
Una de las máquinas de ASML. (Reuters)

Ahora que Donald Trump vuelve a estar en la carrera por llegar a la Casa Blanca, es difícil no centrar la atención en uno de sus grandes campos de batalla: la guerra tecnológica con China. Durante su mandato, el republicano tomó medidas drásticas contra una de las grandes joyas empresariales del gigante asiático, Huawei, imponiéndole restricciones que la llevaron a una travesía por el desierto en muchos de sus negocios.

Aquella cacería administrativa dio paso a una escalada de sanciones con un objetivo muy claro: dejar a la segunda economía mundial sin la posibilidad de acceder a chips de vanguardia, esenciales para tecnologías como el 5G y el desarrollo de la inteligencia artificial. La Administración Biden tomó el relevo y siguió apretando las tuercas al dragón asiático.

Sobre el papel, todo parecía un plan perfecto para dejar a China en el vagón de cola en muchas tecnologías y desarrollos clave. Pero en la práctica, no ha sido así. Si la vuelta de Trump al Despacho Oval se materializa y derrota a Kamala Harris en las urnas, es probable que pueda llegar a tener la sensación de que el tiempo se ha detenido desde que perdió el cargo. Huawei está recuperando su brillo y sus cuentas están cerca de volver a arrojar cifras anteriores al veto. Algunos de los fabricantes de chips locales han conseguido lanzar al mercado procesadores de 7 o 5 nanómetros sin los equipos necesarios para hacerlo. Ahora, Nvidia afirma que venderá sus gráficas, fundamentales para entrenar modelos de IA, en aquel país, a pesar de que las restricciones impuestas supuestamente lo impiden.

Estos episodios han sido posibles porque el plan de EEUU tiene tanta letra pequeña que China y sus socios se han ingeniado una y otra vez para encontrar formas de evadir el veto y seguir avanzando. En resumen, un embrollo que puede tardar mucho tiempo en ser efectivo. Esa es la percepción que al menos tiene Peter Wennick, uno de los europeos más autorizados para hablar de esta materia. Lo es porque durante una década dirigió ASML, esa empresa holandesa que es la única capaz de construir los equipos necesarios para crear semiconductores de última generación. Hace meses que abandonó el puesto de CEO, pero su testimonio sirve para entender lo que se ha bautizado como la guerra de los chips.

La rueda de nunca acabar

Una guerra que, por cierto, el directivo califica como ideológica y no tecnológica. Su pronóstico es que este tira y afloja entre EEUU y China corre peligro de eternizarse "durante décadas". Bajo su mando, ASML sufrió presiones de ambos lados. Como sus productos necesitan tecnología desarrollada en suelo estadounidense y registrada en ese mercado, Washington pudo presionar para que dejaran de suministrar equipos a empresas chinas. Desde el otro bando, las autoridades de Pekín también dieron un toque de atención a la compañía, recordándole en múltiples ocasiones la importancia del mercado chino para sus cuentas y su negocio.

En un primer momento, la prohibición afectaba a las llamadas máquinas de litografía ultravioleta extrema, las más avanzadas del catálogo de ASML. Son máquinas del tamaño de un autobús urbano y necesarias para crear microchips por debajo de los diez nanómetros, la frontera que marca, grosso modo, la línea entre los componentes avanzados y los de última generación. El de los nanómetros, junto a la velocidad del reloj y el número de núcleos, es un indicador que explica lo avanzado que puede ser un procesador. Cuanto menor es la escala, más transistores caben en el mismo trozo de oblea.

placeholder Peter Wennink, ex-CEO de ASML, abraza a Christophe Fouquet, su sucesor, en un evento a principios de año. (Reuters)
Peter Wennink, ex-CEO de ASML, abraza a Christophe Fouquet, su sucesor, en un evento a principios de año. (Reuters)

En ese momento, China le marcó el primer gol. Atesoró tecnología más madura (equipos conocidos como de litografía profunda) y consiguió hacerlos evolucionar para romper esa frontera de los 10 nanómetros. SMIC, la principal fundición china, logró que el Mate 60, uno de los últimos teléfonos de Huawei, tuviera un procesador de 7 nanómetros. El problema de este apaño es que la producción es mucho más lenta, más cara y susceptible de dar más fallos. A pesar de todo, SMIC ya tiene planes para iniciar la producción de componentes en 5 nanómetros a gran escala, como revelaba Bloomberg hace unos meses. Una patente dejaba ver que estaban recurriendo a una técnica llamada multiple patterning, que básicamente consiste en hacer varias pasadas para imprimir el patrón de chip en la oblea y conseguir que sea más fino, salvando así el problema de utilizar maquinaria más madura.

Estos avances han hecho que EEUU lleve mucho tiempo tratando de endurecer las sanciones para acortar aún más el terreno de juego a las empresas chinas. El problema es que en la litografía profunda no hay un cuello de botella como el de ASML, sino que hay muchos más proveedores implicados y de distintas nacionalidades, lo que dificulta todavía más el tapar todos los agujeros por donde saltarse las restricciones. El logro de SMIC da la razón, o al menos en parte, a Wennick. El ex-EO de la empresa holandesa lleva alertando mucho tiempo, casi desde el comienzo de este culebrón, que las sanciones iban a empujar a China a buscar su independencia tecnológica y a desacoplarse de una cadena que ahora mismo es global e interconectada.

Foto: Ilustración de una de las máquinas de última generación de ASML. (Reuters)

El mayor reto para los intereses asiáticos es cómo navegar este periodo de transición. No solo es el acceso a las máquinas, sino también su mantenimiento, algo que supuestamente también estaría prohibido. Sin embargo, Wennick sugirió que siguieron dando algún tipo de apoyo a sus clientes en China. “Puede que en Washington lo interpretaran como que soy simpatizante de China, pero soy amigo de mis clientes, proveedores y accionistas”, afirmaba en una entrevista en una radio holandesa, asegurando que el mercado chino era una parte importante de los resultados de la empresa y que después de 30 años trabajando allí, tenía ciertas obligaciones.

Un veto de dos velocidades

Esto demuestra que el plan de EEUU tiene dos velocidades: por una parte, la de los gobiernos y, por otra, la de las empresas, que no quieren renunciar a seguir exprimiendo el mercado chino. Otro buen ejemplo de esto es lo que ha ocurrido con Nvidia, que venderá sus gráficas de última generación en China, a pesar de que el veto estadounidense lo prohíbe. Lo hará creando un modelo específico de su producto estrella, la Blackwell B200, una tarjeta gráfica bestial de 208.000 millones de transistores, considerada la más capaz para entrenar inteligencias artificiales a día de hoy, muy por encima de cualquier otra opción.

Foto: Jensen Huang, CEO de Nvidia. Foto: Reuters.

Este es un truco que Nvidia viene utilizando desde hace varios meses. Lo que han hecho ha sido versionar algunas de sus gráficas, reduciendo algunos aspectos técnicos como la velocidad de transferencia. Las sanciones establecían un límite de 600 gbps en este apartado y la multinacional californiana creó un modelo de 400 gbps.

De esta forma, mataban dos pájaros de un tiro. Por una parte, cumplían con las sanciones. Y por otra, seguían pudiendo alimentar a su cartera de clientes. Una cartera de clientes en China que a día de hoy supone prácticamente 1 de cada 5 dólares que ingresa Nvidia, que hace unas semanas se convirtió en la empresa más valiosa del mundo. El beneficio de este movimiento es doble, ya que evita que sus clientes empiecen a trabajar con otras alternativas, que aunque estén lejos todavía en términos de potencia y rendimiento, podrían convertirse en una competencia real en el futuro.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Lo llamativo en esta ocasión es que hasta ahora lo que habían versionado eran productos de segunda o tercera fila y no la joya del catálogo. Ahora están creando una alternativa a la B200, para lo que trabajan con una empresa local. Aunque las especificaciones no estarán a la altura del modelo original, se puede presuponer un salto cualitativo en los medios que tiene la industria china para entrenar sus IA.

Trump mete ruido con Taiwán

Ahora hay que ver cómo reacciona Estados Unidos a estos movimientos y si decide abrir un frente con Nvidia. No sería la primera vez que se produce un roce entre una de las grandes tecnológicas de Silicon Valley y Washington. Las intenciones de Apple de utilizar memorias de YMTC para los iPhone que se comercializaran en China desató un enfrentamiento con los legisladores, que amenazaron incluso con tomar represalias contra la firma de Cupertino, que acabó desistiendo de sus planes.

Por si esto no fuera suficiente dolor de cabeza para Estados Unidos, Donald Trump se ha encargado de introducir más ruido en torno a este asunto. El expresidente y candidato republicano sugirió hace unas semanas que Taiwán debería pagar por el coste de la defensa que le provee EEUU para estar preparados ante una hipotética agresión de China. “No somos diferentes de una aseguradora. No nos dan nada”, afirmó Trump en una entrevista con Bloomberg Newsweek. “Los conozco muy bien, los respeto mucho. Se han quedado con el 100% de nuestro negocio de semiconductores. Creo que deberían pagarnos por la defensa”.

placeholder Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)

Taiwán, además de ser el mayor productor mundial de semiconductores, es la sede de TSMC, el fabricante en el que confían desde Nvidia hasta Intel, pasando por Apple o Qualcomm para construir sus chips de última generación. La única alternativa, a día de hoy, es Samsung y su músculo productivo es mucho menor. Intel está preparándose para dejar de fabricar únicamente sus propios circuitos integrados, pero todavía queda tiempo para que pueda atender pedidos de terceros y suponga una opción realista. Es por eso que cualquier tensión geopolítica que tenga que ver con Taiwán puede tener un efecto tremendo en todo el mundo. Prueba de ello es que las acciones de TSMC y de algunos de sus clientes más importantes cayeron inmediatamente después de conocerse estas declaraciones.

Aunque los expertos circunscriben las amenazas de Trump al contexto electoral, también advierten de que las señales que manda el candidato republicano no caen el vacío geopolítico. Verbalizar la posibilidad de que Washington pueda negarse a defender a Taiwán en caso de una agresión china es abrir una peligrosa fisura al concepto de “ambigüedad estratégica”, el pilar diplomático sobre el que EEUU lleva décadas construyendo el equilibrio de la disuasión en el estrecho de Formosa.

Esta ambigüedad aspira a contener la dualidad -o bipolaridad- de la política exterior estadounidense hacia el conflicto: por un lado, se compromete a evitar que China se anexione Taiwán por la fuerza y, al mismo tiempo, a evitar que Taiwán sea un estado independiente. Todo esto, sin ningún tipo de documento o tratado formal que lo avale. Por eso, en este caso, las palabras importan. Y mucho. “El comentario define la visión de la política exterior de Trump como un tema de negocios y, probablemente, apela a una base política cansada de las responsabilidades de Washington como superpoder. Pero aunque ese discurso puede ser bueno para la política doméstica, es atroz para la estrategia geopolítica”, consideró Michael Schuman, experto en China del centro de análisis Atlantic Council, en un artículo para The Atlantic.

Un recado que nadie entiende

“El dictador chino Xi Jinping está escuchando, buscando pistas sobre las intenciones de América hacia Asia e incluyéndolas en sus cálculos para promover la influencia china. Los comentarios de Trump minan la más fundamental, pero frágil, fuente de poder global de EEUU: la confianza en el liderazgo americano”, agregó.

Tampoco está claro a qué se refería Trump con pagar por la defensa estadounidense como si se tratara de una “aseguradora”. Taiwán está aprobando presupuestos récord de defensa, invierten un 2,6% de su PIB, o unos 20.000 millones de dólares, en gasto militar. Muchos de estos contratos van a parar a la industria estadounidense, incluyendo miles de millones para cazas F-16V de última generación, carros de combate M1 Abrams y artillería móvil de precisión Himars.

Mientras, el más reciente paquete de ayuda militar del Congreso estadounidense para todo el Indo-Pacífico fue de unos 8.000 millones de dólares, que servirán para la compra y mejora de varios sistemas de armas adicionales. Esta ayuda, coinciden los expertos, es fundamental para fortalecer las capacidades taiwanesas. Pero la clave no es reforzar la isla -que en ningún caso podría defenderse sola de un ataque frontal del Ejército chino-, sino saber si la Casa Blanca estaría dispuesta a defender el territorio y sus aguas con sus fuerzas militares.

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Foto: EFE/Javier de Castro.

En este aspecto, Trump también dejó algunas reflexiones preocupantes, recalcando que Taiwán está a más de 15.000 km de EEUU, pero a menos de 100 de China. Xi ha ordenado -públicamente- al Ejército Popular de Liberación que esté listo y capacitado para tomar el control de Taiwán para el año 2027. Esto no quiere decir que vaya a lanzar un ataque inmediato o frontal. Tanto para China, como para EEUU, esta es una apuesta demasiado elevada. Pero si Washington se borrara de la ecuación, el cálculo de Pekín podría cambiar radicalmente. Y las señales que han mandado Trump y su equipo en los últimos meses, sumados a estos últimos comentarios en la entrevista con Bloomberg, apuntan en esta dirección.

“Lo que ha dicho Trump refleja la vergonzosa pero auténtica forma de pensar de muchos políticos de EEUU. EEUU quiere aprovechar al máximo sus intereses en la isla de Taiwán, contener geopolíticamente a China y obtener el mayor beneficio económico posible”, dijo el diario Global Times, con el que el Partido Comunista Chino lanza sus mensajes de propaganda a la audiencia internacional. “Trump y los demás políticos estadounidenses quieren seguir explotando a Taiwán con más ‘tasas de protección’; pero si un conflicto se desata en el estrecho, ¿defenderá realmente EEUU a Taiwán?”, se preguntaba

Ahora que Donald Trump vuelve a estar en la carrera por llegar a la Casa Blanca, es difícil no centrar la atención en uno de sus grandes campos de batalla: la guerra tecnológica con China. Durante su mandato, el republicano tomó medidas drásticas contra una de las grandes joyas empresariales del gigante asiático, Huawei, imponiéndole restricciones que la llevaron a una travesía por el desierto en muchos de sus negocios.

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