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China, ¿héroe o villano del clima? Así está salvando y cargándose el planeta a la vez
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¿El país que liderará el futuro?

China, ¿héroe o villano del clima? Así está salvando y cargándose el planeta a la vez

Emite casi 10.000 millones de toneladas de CO2, pero ha instalado 728 gigavatios de renovables y ha puesto en marcha una ambiciosa reconversión industrial

Foto: Foto: Zigor Aldama.
Foto: Zigor Aldama.

Los pasajeros que vuelen a Baotou con la nariz pegada a la ventanilla se llevarán una apocalíptica imagen de China. Sobre todo, quienes lo hagan desde el sur. Porque, si la densa capa de contaminación atmosférica lo permite, ante sus ojos desfilarán las profundas heridas que deja en la tierra la extracción de carbón, las grandes humaredas que produce su combustión en faraónicas centrales térmicas, y un territorio contaminado con lagos tóxicos y llanuras yermas de las que se extraen las tierras raras que propulsan la última revolución tecnológica, el oro del siglo XXI.

Sin duda, es un triste panorama en consonancia con un hecho incontestable: China es el país que más contamina del mundo. Concretamente, emite más de 9.800 millones de toneladas de CO2. Las provincias de Mongolia Interior y de Shanxi, hogar de los tristemente famosos ‘pueblos del cáncer', son las principales productoras de carbón, al que muchos señalan como principal culpable de la actual crisis climática. Desde 2011, China ha consumido más que la suma del resto del mundo, y su explotación goza de buena salud. Según documentos oficiales publicados por la agencia Reuters, solo en la primera mitad de este año, China aprobó un aumento en la capacidad de producción de carbón de 141 millones de toneladas.

Foto: El carbón, uno de los principales contaminantes mundiales. Foto: EFE Archivo Georgi Livocski

En total, China extrajo 1.760 millones de toneladas de esta piedra negra entre enero y junio, un 2,6% más que en el mismo periodo de 2018. Y, si se cumplen las predicciones oficiales, su consumo continuará creciendo levemente durante la próxima década hasta alcanzar su punto culminante en 2030, año en el que aportará entre 1.230 y 1.350 gigavatios de potencia.

Quienes vuelen a lo largo de la costa este del país, sin embargo, se llevarán una idea muy diferente. Porque las regiones más desarrolladas del país se han embarcado en una ambiciosa reconversión industrial que ha provocado el cierre de las instalaciones más contaminantes —el 80% de las centrales térmicas está equipado ya con tecnología de bajas emisiones—, y apuesta de forma decidida por las energías renovables. Aquí y allá, enormes granjas solares salpican la geografía, y bosques de aerogeneradores crecen tanto en montañas como en el mar.

placeholder Planta térmica en China. (Foto: Zigor Aldama)
Planta térmica en China. (Foto: Zigor Aldama)

Así, China es también el país que más apuesta por las energías limpias: el año pasado, el gigante alcanzó los 728 gigavatios de potencia instalada —suma de las energías eólica, solar, hidroeléctrica y de biomasa—. Si a las renovables se suma la nuclear, representan un 22% del total de la energía que consume la segunda potencia mundial y un 12% más que en 2017. Poco a poco, van restando peso al carbón, cuya aportación ha pasado del 68,5% en 2012 al 59% del año pasado. En 2020, perderá otro punto porcentual, y BP avanza que en 2040 representará solo el 35%.

El 'boom' nuclear

En la fábrica de Shaangu Power de Xi’an, están de enhorabuena, porque China también está construyendo una docena de plantas nucleares para las que esta empresa estatal produce compresores, turbinas y centrifugadoras. “El presidente Xi Jinping ha hecho de la transición energética una prioridad nacional, porque China debe construir una ‘civilización ecológica’. Para lograr que este objetivo no lastre el desarrollo económico, que continuará incrementando el consumo de energía —un 3,3% el año pasado—, la nuclear es clave”, explica el representante de la compañía, que acompaña a El Confidencial en una visita a las instalaciones.

placeholder Fábrica de Shaangu Power de Xi’an. (Z. A.)
Fábrica de Shaangu Power de Xi’an. (Z. A.)

De la misma opinión son a casi 2.000 kilómetros al sur, en la ciudad de Zhuhai. Allí tiene una de sus principales implantaciones productivas el fabricante de equipos de aire acondicionado Gree. Aunque la mayoría de los consumidores relaciona esta marca con electrodomésticos, lo cierto es que gran parte de su innovación se centra en los equipos de refrigeración para centrales nucleares. “La transición ecológica también puede ser una gran oportunidad empresarial”, afirman. “Nosotros estamos haciendo todo lo posible por mejorar la eficiencia energética, no solo de los equipos que vendemos sino también de los sistemas de producción. Reducir la intensidad energética es clave para proteger el planeta”, añade un portavoz que prefiere mantenerse en el anonimato.

“Ningún país está en mejor posición para convertirse en la gran superpotencia de las energías renovables que China”, sentenció hace unos meses la Comisión Global para la Geopolítica de la Transformación Energética en un informe en que se destaca que el país invierte casi el 50% de todo lo que el mundo destina a energías limpias y suma ya 150.000 patentes relacionadas con esas tecnologías, un 29% del total. Además, Pekín está cerrando las centrales térmicas más contaminantes —82 solo entre enero y mayo de este año— y construye otras mucho más respetuosas con el planeta.

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Foto: Z. A.

Pero no todo son emisiones de CO2. De poco sirven todos estos esfuerzos si la conciencia medioambiental no cala en la población y el consumo de recursos naturales continúa desatado. A este respecto, China todavía tiene un largo camino por delante. Y, en algunos aspectos, incluso ha dado un gran salto atrás.

Concienciación y acción

El comercio electrónico es un buen ejemplo. El exponencial crecimiento de las compras por internet y el ‘boom’ de los servicios de envío de comida a domicilio fascinan en el mundo empresarial, pero aterran a los ecologistas. Y con razón. Incluso el diario ultranacionalista 'Global Times' ha alertado de la inmensa huella medioambiental de un sector que produce nada menos que 65 millones de envases de un solo uso y 20 millones de bolsas de plástico cada día.

“Nos hemos acostumbrado a pedir el ‘waimai’ [como se conoce en China al envío a domicilio] en cualquier situación. Es más cómodo que nos lleven la comida a la oficina o a casa que bajar al restaurante de la esquina. Cada vez somos más vagos, y no somos conscientes del impacto que eso tiene”, afirma Hua Meiwei, una joven oficinista de Shanghái. “Ahora, la moda es pedir incluso el café a domicilio”, se encoje de hombros.

Se estima que China consume 15 millones de toneladas de plástico al año; 2,4 millones acaban en los océanos, y se recicla una parte insignificante. Para acabar con esta coyuntura, este verano, Shanghái ha sido pionera en el establecimiento de un sistema de separación y reciclaje de residuos urbanos obligatorio. Llega con dos décadas de retraso si se compara con España, pero se ha extendido rápidamente a otras ciudades del país, y los dirigentes chinos se han propuesto lograr que, el año que viene, el 35% de la basura urbana sea reciclado.

placeholder Planta de plásticos en China. (EFE)
Planta de plásticos en China. (EFE)

Parece una meta inalcanzable, porque actualmente no llegan ni al 20%, pero China ha demostrado que su Gobierno autoritario puede suponer una ventaja importante a la hora de implementar planes a gran escala. Y a largo plazo. La movilidad eléctrica es uno de los ejemplos más claros. Xi Jinping hizo de su adopción una prioridad cuando en 2013 accedió a la presidencia del país, y hace tres años que China lidera la fabricación y la comercialización de vehículos eléctricos.

Megalópolis como Shenzhen cuentan ya con un transporte público 100% eléctrico, y tanto la adecuación de las infraestructuras como los incentivos económicos para su compra han logrado resultados espectaculares: el año pasado, se adquirieron 1,3 millones de vehículos no contaminantes, y el objetivo es que en 2025 supongan el 25% de todos los que se comercializan en el país más poblado del mundo.

placeholder Coche eléctrico en las calles de Pekín. (Reuters)
Coche eléctrico en las calles de Pekín. (Reuters)

Empezando por las ciudades

Estos planes superlativos no responden únicamente a la crisis climática. También buscan mejorar la calidad de vida de una población que está excesivamente expuesta a partículas tóxicas. No en vano, se estima que esa polución atmosférica provoca en torno a 1,1 millones de muertes prematuras cada año. El impacto económico también es elevado: 267.000 millones de yuanes (35.000 millones de euros) anuales.

De momento, los resultados de la estrategia china se sienten en las principales ciudades del país. El número de ‘días azules’ —como se denomina a las jornadas en las que la calidad del aire es aceptable— ha aumentado considerablemente en Pekín, que ha desaparecido de la lista de las 200 ciudades más contaminadas del mundo. El Gobierno cree que el año que viene los días con niveles de contaminación excesivos se reducirán al 20% en la capital política, y una situación incluso mejor se vivirá en la económica, Shanghái.

placeholder Un ciudadano de Baotou mira una de las plantas de 'tierras raras' de la región. (Reuters)
Un ciudadano de Baotou mira una de las plantas de 'tierras raras' de la región. (Reuters)

A pesar de que el Partido Comunista se ha convertido en un inesperado entusiasta de los acuerdos del COP21 de París y en el contrapunto a la cerrazón de Donald Trump en Estados Unidos —el país que más contamina por persona—, la organización Climate Action Tracker todavía considera que las medidas que el país ha puesto en marcha son ‘altamente insuficientes’, el penúltimo peldaño de la escala. Y advierte de que, si no incrementa sus esfuerzos, la temperatura del planeta continuará creciendo hasta cuatro grados. Organizaciones ecologistas como Greenpeace también avisan de que, si bien la situación ha mejorado en las grandes urbes, la contaminación ha aumentado en otras, como en Baotou, conocida ahora como el ‘Silicon Valley de las tierras raras’.

Pero antes de señalar a China como el gran villano del cambio climático, el profesor de Finanzas de la China Europe International Business School (CEIBS) Xu Bin recuerda que, si los países desarrollados han logrado eliminar gran parte de su contaminación y reducir las emisiones de CO2, “se debe en gran medida a la deslocalización de su industria más sucia”. Y añade que “gran parte de las emisiones de China están directamente relacionadas con la fabricación de los productos que se adquieren en todo el mundo”.

Los pasajeros que vuelen a Baotou con la nariz pegada a la ventanilla se llevarán una apocalíptica imagen de China. Sobre todo, quienes lo hagan desde el sur. Porque, si la densa capa de contaminación atmosférica lo permite, ante sus ojos desfilarán las profundas heridas que deja en la tierra la extracción de carbón, las grandes humaredas que produce su combustión en faraónicas centrales térmicas, y un territorio contaminado con lagos tóxicos y llanuras yermas de las que se extraen las tierras raras que propulsan la última revolución tecnológica, el oro del siglo XXI.

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