La costa de Tarragona, cuna de megalodones: así se selló su extinción

Los dientes que se exhiben en el Museu del Cau del Tauró, en L’Arboc (Tarragona) han servido de pista para descubrir qué ocurrió con estos gigantes depredadores. Los paleontólogos del Instituto Cavanilles de la Universitat de València (UV) han detectado que en las costas catalanas era una zona de vivero para los megalodones, según un estudio publicado en Biology Letters.

Los megadolones elegían zonas pocos profundas de aguas cálidas para dejar a sus crías hasta que pudieran asumir el título de reyes del mar. Sin embargo, el nivel del mar disminuyó, y los refugios del brutal megadepredador fueron desapareciendo. Todo un problema para un animal que no se convertía en adulto hasta los 25 años: “tenía una madurez sexual extremadamente retrasada”, han declarado, según recoge Science Alert.

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Cuando era adulto, el "Otodus megalodons", como se le denomina en latín, era imparable. Medía hasta 18 metros, tres veces el tamaño del gran tiburón blanco, y pesaba hasta 48 toneladas. Como depredador no tenía rival. Cazaba hasta ballenas. Sin embargo, sus crías eran presa fácil para otros tiburones.

Guarderías muy exclusivas

"Nuestros resultados revelan, por primera vez, que las áreas de vivero fueron comúnmente utilizadas por el 'Otodus megalodon' a grandes escalas temporales y espaciales", han asegurado. Los dientes encontrados en Tarragona fueron la pista: "Muchos de ellos eran bastante pequeños para un animal tan grande", han asegurado. Cerca de la zona, había unas zonas ideales para que los megalodones depositaran a sus crías: bahías de aguas cálidas rico en recursos alimentarios.

Ya se conocía otro vivero en las costas de Panamá y decidieron ampliar la búsqueda a otras zonas con diferentes formaciones geológicas de las cuencas del Pacífico, del Atlántico y del Caribe. Sin embargo, solo se detectaron cuatro potenciales zonas de cría en América del Norte y del Sur.

El megalodón dependía excesivamente de estas zonas vivero, lo que explica su extinción durante los cambios climáticos ocurridos en el Plioceno. Durante 23 millones de años pudieron disfrutar de aguas más cálidas, pero sus presas se iban adaptando al descenso de las temperaturas y se dirigieron a zonas más frías. Además, el nivel del mar se redujo desapareciendo poco a poco sus "exclusivas guarderías".