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Las dos Españas del agua: al oeste se tira más del grifo y en el resto aprecian la embotellada
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DE TENERIFE A BILBAO

Las dos Españas del agua: al oeste se tira más del grifo y en el resto aprecian la embotellada

El gasto medio en agua mineral es de 60 euros al año por familia, pero España se divide claramente entre regiones que gastan mucho en botella y las que prefieren la de suministro

Foto: El consumo de agua mineral por municipios en España. (ESRI / EC)
El consumo de agua mineral por municipios en España. (ESRI / EC)

Hay una muralla invisible que parte de Huelva y llega hasta el Pirineo oscense para dividir España en dos mitades claramente diferenciadas. Por razones aún no demasiado bien entendidas, al lado occidental de este muro, los habitantes beben agua del grifo alegremente y no gastan demasiado en agua mineral. Al este, sin embargo, ocurre al revés: el agua embotellada es un gasto mayor y el agua del grifo un hábito menos frecuentado. A esta otra España se unen, evidentemente, las comunidades insulares.

Las capitales de estas dos Españas podrían situarse respectivamente en Santa Cruz de Tenerife y Bilbao. En la capital canaria es donde más dinero se gasta anualmente en agua mineral, unos 141 euros. Por detrás de ella están el resto de ciudades de Canarias y Baleares o Melilla. En el otro extremo, los vecinos de Bizkaia, como los del resto de provincias vascas, apenas invierten 20 euros anuales en este producto, siete veces menos que los canarios y tres veces menos que la media nacional, que es de 59 euros al año por hogar.

Tradicionalmente, se enumeraban dos razones principales para los hábitos en consumo de agua. Primero, la calidad, dado que la zona oeste es conocida por estar compuesta geológicamente por rocas silíceas —granito y otras metamórficas, como la pizarra o el esquisto— que se relacionan con aguas blandas y de bajo contenido en cal. Dado que este tipo de rocas, además, componen formaciones montañosas, se obtiene un agua muy apreciada. En segundo lugar, esta agua suele resultar más económica, ya que baja por gravedad hasta las ciudades y no requiere demasiado tratamiento.

Foto:  Diferentes envases de agua embotellada.

En la parte oriental de España, ocurre al contrario, zonas muy calcáreas y poco elevadas que dan como resultado aguas duras, con mucha cal y que cuesta bastante dinero tratar, por lo que el recibo del suministro suele ser mayor. Sin embargo, estos nuevos datos, recopilados por la consultora Aplicaciones de Inteligencia Artificial (AIS) a partir de la 'Encuesta de presupuestos familiares' del Instituto Nacional de Estadística (INE), muestran que no todo es tan sencillo. Regiones que 'a priori' cuentan con aguas duras, como Extremadura, se aferran a las costumbres de consumo que hay a ese lado del muro invisible, mientras que otras como Cuenca o Huesca, cuya agua es 'a priori' tan buena como la madrileña o la gallega, suelen tirar más de las botellas que en estas regiones.

Si observamos el gasto en agua mineral a un nivel municipal —el mapa es cortesía de ESRI, quien elaboró un especial con motivo del último Día del Agua junto a la AIS y el Observatorio de la Sostenibilidad—, puede observarse cómo los límites provinciales parecen más determinantes que los geológicos a la hora de marcar un hábito en el consumo de agua.

En los datos en bruto de consumo de agua de suministro, no solo entra la que se bebe, evidentemente, sino también la que se usa para ducharse o fregar los platos. Sin embargo, los estudios realizados al respecto refuerzan esta idea de que hay dos Españas bien diferenciadas en lo que se refiere al consumo de agua. "Hice para mi tesis en torno a 250 encuestas en hogares de tres municipios del litoral de Alicante y menos de un 10% de hogares usaba agua del grifo directamente para beber", explica a El Confidencial el investigador Rubén Alejandro Villar, de la Universidad de Alicante y autor de un estudio sobre los factores que afectan al consumo doméstico de agua en la costa mediterránea. "La línea que separa España en cuanto al uso de agua mineral está muy relacionada con la dureza del agua", confirma.

Fernando Prieto, del Observatorio de la Sostenibilidad, añade también como factor "la gran presión del regadío, que ha determinado que en muchas ocasiones no haya agua de alta calidad para beber y poner en los sistemas de conducción públicos".

¿Se bebe cada vez más o menos?

Observando la evolución del agua embotellada en los últimos años, podemos ver cómo el gasto creció un 8,5% entre 2015 y 2019, aunque el consumo por provincia fue bastante dispar. El aumento estuvo encabezado por Huesca, que duplicó su gasto en agua mineral, seguida por las otras dos provincias aragonesas. Sin embargo Soria, un territorio muy cercano a ellas, fue la provincia que más redujo (-30%) este gasto.

"Las aguas embotelladas tienen un impacto tanto en los manantiales por la captación de los mismos, como en el transporte con los gastos elevados de energía o en el sistema de embotellado, que cuando son plásticos lleva implícito los residuos que producen", añade Prieto.

Es también reseñable que en Las Palmas e Islas Baleares, donde el consumo de agua embotellada es preferente, también descendió en los últimos años.

Es interesante comprobar cómo un mayor gasto en agua mineral no lleva aparejado un menor gasto en agua de suministro. En este último, influye mucho el precio, que varía entre comunidades e incluso entre ciudades. Según el último estudio de tarifas realizado por la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento, el precio medio del agua para uso doméstico en España es de 1,90 €/m³ más IVA. Castilla y León tiene los precios más bajos, y es allí donde menos gastan las familias en suministro de agua: entre 90 y 120 euros al año. Los precios más altos están en la zona mediterránea: nueve de las 11 provincias (o ciudades autónomas), donde se pagaron más de 200 euros de media en 2019.

La provincia más cara en este sentido es Baleares. Allí, cada hogar desembolsó casi 270 euros, tres veces más que en Lugo.

La paradoja madrileña

El caso de Madrid es singular. Ninguna otra provincia presume tanto de la calidad de su agua del grifo. Y los datos indican que su consumo es mayoritario: el gasto en agua mineral es de 30 euros por hogar al año, solo por encima de las tres provincias vascas. Pero el gasto en agua de suministro también es muy elevado: casi 250 euros al año, solo por detrás de Baleares.

"De Madrid se suele hablar como si fuera una sola realidad, pero en realidad son dos: los ciudadanos que viven en el norte de la comunidad beben un agua de buena calidad que viene de la sierra y no es costosa de tratar, pero los que viven en la mitad inferior obtienen el agua de los cauces del Tajo o el Alberche, por tanto, es un agua de menor calidad y que tiene un mayor coste aparejado", explican fuentes del sector de la gestión de aguas.

placeholder En Madrid, el agua del grifo es motivo de orgullo. (Pixabay)
En Madrid, el agua del grifo es motivo de orgullo. (Pixabay)

A esto también se unen otros factores muy importantes, como la densidad de población o el perfil de personas que viven en una región como Madrid. "La tipología de vivienda es el factor que más influye en el consumo de agua", explica Villar. "En municipios con modelos urbanos de baja densidad, como chalés con jardines y piscina, se produce evidentemente un mayor consumo", algo que está relacionado también con el nivel de ingresos.

"También la edad cuenta: normalmente, las personas jubiladas y los adultos mayores suelen presentar comportamientos más responsables en el uso de agua", prosigue el investigador de la UA. "Los peores son los adolescentes, que suelen presentar hábitos más derrochadores, sobre todo en la ducha".

Lo esperable es que en el último año el consumo de agua también haya seguido su descenso como consecuencia de la pandemia. Menor actividad industrial y de la construcción, interrupción súbita del turismo extranjero ocasional y su consumo hedonista de agua o la imposibilidad de que muchos ciudadanos viajaran a sus viviendas secundarias.

Hay una muralla invisible que parte de Huelva y llega hasta el Pirineo oscense para dividir España en dos mitades claramente diferenciadas. Por razones aún no demasiado bien entendidas, al lado occidental de este muro, los habitantes beben agua del grifo alegremente y no gastan demasiado en agua mineral. Al este, sin embargo, ocurre al revés: el agua embotellada es un gasto mayor y el agua del grifo un hábito menos frecuentado. A esta otra España se unen, evidentemente, las comunidades insulares.

Hábitos de consumo Agua
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