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Bloquear el sol y otras ¿absurdas? ideas según la gran cronista de la extinción de especies
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ENTREVISTA

Bloquear el sol y otras ¿absurdas? ideas según la gran cronista de la extinción de especies

Elizabeth Kolbert, periodista del 'New Yorker', ganó el Pulitzer con 'La sexta extinción'. Ahora ha escrito un libro sobre los parches tecnológicos que se están desarrollando para frenar el cambio climático

Foto: Elizabeth Kolbert. (Fotografía cedida)
Elizabeth Kolbert. (Fotografía cedida)

Escribir sobre el cambio climático es uno de los ejercicios narrativos más difíciles para un periodista. Primero, porque este tema cansa a la mayoría de lectores. Los ensayos que se publican están llenos de cifras y previsiones apocalípticas, y ¿quién quiere amargarse el día? Pero hay una razón quizás aún más importante. Es prácticamente imposible transformar el reportaje en una historia absorbente y entretenida. Salvo para la escritora Elizabeth Kolbert. Esta periodista del 'New Yorker' ganó el Premio Pulitzer en 2015 con 'La sexta extinción', un libro en el que hacía un recorrido histórico sobre la desaparición de especies con una prosa rápida y documentada. Su conclusión era tajante: el ser humano es el nuevo meteorito.

Kolbert, una de las autoras más prestigiosas en su campo, publica ahora 'Bajo un cielo blanco: cómo los humanos estamos creando la naturaleza del futuro' (2021, Planeta Libros). Esta vez, en vez de centrarse en las consecuencias de la acción humana, habla con distintos científicos que están tratando de encontrar la forma de paliar los desastrosos efectos que provocamos en el planeta. Desde electrificar ríos hasta convertir las emisiones de CO2 que emitimos en pequeñas piedras, pasando por físicos que planean lanzar pequeños diamantes a la estratosfera para enfriar la Tierra (algo que podría cambiar el cielo de azul a blanco) y atenuar la cantidad de luz. En otras palabras, bloquear el sol.

Foto: Bill Gates tiene una idea para frenar el calentamiento global. (Reuters)

El relato de Kolbert es ameno y divertido, pero, conforme avanzas, no puedes más que pensar: ¿será buena idea o estamos cavando nuestra propia tumba? Y al final ella te responde con otra pregunta: ¿tenemos alternativa?

PREGUNTA. Antes de hablar del libro, me gustaría preguntarle por la relación entre el periodismo y el cambio climático. ¿Cuál es su relación con sus editores en el 'New Yorker'? Es poner ciertas palabras en un titular y la gente deja de pinchar. El cambio climático es uno de ellos.

RESPUESTA. Yo siempre he tenido mucha suerte con mis editores. El cambio climático es como la pobreza. ¿Quién quiere leer una historia sobre la pobreza si siempre va a estar entre nosotros? El cambio climático es un desastre que se mueve hacia nosotros a cámara lenta, pero, conforme pasa el tiempo, cada vez se mueve más rápido. En términos narrativos, escribir sobre el cambio climático es complicado. Por un lado, es difícil por la escala temporal y por la escala geográfica. Cuando hablas del cambio climático, estás hablando de todo el planeta. Es difícil, porque la gente quiere historias de 'nosotros contra ellos' o respuestas fáciles sobre cómo salvar el planeta. Y el cambio climático no encaja en esa narrativa porque no existen respuestas sencillas. Cuando se escriba la historia que estamos viviendo, se hablará de un problema muy serio que causó grandes destrucciones y ocurrió cuando nuestros sistemas políticos y el periodismo parecían conspirar para ignorarlo. El mundo va a sufrir mucho por ello.

P. Una crítica recurrente de los lectores hacia los periódicos que publican artículos sobre cambio climático es que, a veces, son demasiado sensacionalistas porque es la única forma de llamar la atención. Y así acaban quitando importancia al problema.

R. Los periodistas tratan de seguir el recorrido que les marca la política. Si los políticos no hablan del cambio climático, la gente pensará: no será un problema tan grande. ¡Y justamente es lo contrario! Pero es así como pensamos. Siento que cada vez más gente habla del cambio climático, pero todavía no atrae la atención suficiente como debería. Tenemos muy buenas métricas hoy y sabemos qué historias le gustan a la gente y cuáles no. Todavía trabajo en su mayoría en papel, pero dudo mucho que las historias más leídas sean las mías de cambio climático. Las más leídas son las historias sobre Harry y Megan y esas cosas.

P. Ha dicho muchas veces que, hagamos lo que hagamos, el cambio climático no es reversible, que ya tenemos que convivir con él. Cuando terminé su libro, recordé una de las frases que menciona, que dice algo así como "esperemos que seamos dioses" para encontrar la forma de controlarlo. ¿El ser humano siempre tiene que arreglar lo que el ser humano estropea? ¿No podemos encontrar un equilibrio?

R. Sistemas biológicos y químicos tan complicados como los seres humanos funcionan así: prueba y error. No creo que podamos abandonar el ciclo humano de arreglar los problemas que nosotros mismos causamos. Somos muchos y nuestras tecnologías son tan poderosas que hemos alterado profundamente el ciclo del carbono del planeta. Es inevitable que haya consecuencias que no anticipemos. Estamos haciendo tantas cosas a la vez... Uno de los temas de los que habla el libro es el de las especies invasoras, algo muy importante de lo que apenas se habla. En Nueva Inglaterra, donde yo vivo, un insecto que vino de Asia se está cargando todos los fresnos. Y esto cada vez va a pasar más, en gran medida por el comportamiento global del ser humano.

Los científicos nos lo han advertido: el futuro no se va a parecer en nada al pasado

P. Empieza el libro hablando de especies invasoras, en concreto de la carpa asiática que trajeron a EEUU en los años sesenta. Me recordó a un capítulo de 'Los Simpson' donde para acabar con una especie invasora traen a otra especie invasora, y así en bucle. Los tecnooptimistas piensan que siempre encontraremos una solución a todos los problemas que causamos en la naturaleza. ¿Usted qué opina?

R. Durante toda la historia, siempre ha habido agoreros que predecían el fin de la humanidad. Hambrunas, catástrofes naturales en el siglo XIX... Y ahora somos 8.000 millones de personas. Pero a este razonamiento le sigue otro ilógico: como en el pasado conseguimos encontrar soluciones a todos nuestros problemas, todo va a estar bien y el cambio climático no será tan grave. ¡No hay ninguna garantía! ¿Crees que si los dinosaurios hubieran podido pensar habrían imaginado que les iba a caer un meteorito encima? Inferir el futuro desde el pasado es un error. Los científicos nos lo han advertido una y otra vez: el futuro no se va a parecer en nada al pasado. Confiar en el pasado y desechar las alertas que está mandando el mundo científico me parece muy temerario.

placeholder La Barrera de Coral de Australia se está muriendo por la acidificación de los océanos y el aumento de las temperaturas. (EFE)
La Barrera de Coral de Australia se está muriendo por la acidificación de los océanos y el aumento de las temperaturas. (EFE)

P. Usted estuvo en Australia viendo cómo imaginaban el estado de la Gran Barrera de Coral para 2050 si aumenta la temperatura. Era fascinante y, al mismo tiempo, terrorífico, saber que muchos de ellos ya dan por hecho ese aumento y, con él, el fin de muchos corales. ¿Eran optimistas con sus pruebas para salvarlo?

R. No eran muy optimistas, pero ellos creen que no hay otra alternativa que ir probando para encontrar la solución para salvar la Gran Barrera de Coral. Parte de estos esfuerzos también forma parte de una campaña del Gobierno de Australia por decir: "Estamos intentando hacer algo para que no se muera". Australia depende mucho de las industrias estractivas como el carbón o los metales, tienen mucha dependencia de materiales extraídos de la tierra. Y no quieren dejar de hacerlo porque da mucho dinero, pese a que saben que acaba afectando a su propia barrera de coral. En cierta medida, es un gran ejercicio de publicidad del Gobierno australiano. Dicho eso, haga lo que haga, Australia no va a conseguir por sí sola que los océanos dejen de calentarse o acidificarse. No hay vuelta atrás, los océanos se van a seguir calentando. Es pura física. La situación de la Gran Barrera de Coral es muy mala y las predicciones son peores.

P. También es escéptica cuando los más optimistas sugieren que lo tenemos todo controlado. A medidas desesperadas, les siguen consecuencias inesperadas.

R. Uno de los grandes problemas de las medidas que vamos a tomar contra el cambio climático es que estamos haciendo cosas muy rápido y eso puede provocar cosas imprevistas. Porque muchos de los organismos vivos no son capaces de adaptarse tan rápido a estos cambios.

P. Empieza el libro contando cómo los seres humanos gestionan los efectos del cambio climático con medidas razonables y acaban con soluciones más alocadas, como tapar el sol (que también sale en un capítulo de 'Los Simpson'). ¿Cuál era su objetivo a la hora de narrar esa pendiente resbaladiza?

R. El libro empieza con ejemplos de intervenciones para gestionar antiguas intervenciones humanas que ya han pasado. Y cuando las ves, como electrificar un río o buscar todo tipo de soluciones para que la especie invasora de las carpas asiáticas no llegue a los grandes lagos, piensas: "Puede tener sentido". Al final, si continúas por esa pendiente, te enfrentas a la idea de atenuar el sol. Quería analizar ese hábito humano en la sociedad contemporánea. ¿Debemos buscar arreglos tecnológicos por muy locos que suenen? Los cambios sociológicos son tan profundos que somos incapaces de detenerlos. En algunos casos, es simplemente demasiado tarde y estamos obligados a buscar soluciones. Algunas son razonables y otras, a primera vista, parecen pensadas por un loco.

Foto: geoingenieria-climatica-solar-control-sol-bill-gates-scopex

P. ¿Es optimista en el sentido de que piensa que el cambio climático está agitando nuestra creatividad para que encontremos una solución? En cierto modo, esa es la historia del ser humano, como hemos visto con la pandemia: nos enfrentamos a un problema, a veces causado por nosotros mismos, e ideamos una solución.

R. No lo sé. No sé qué vamos a hacer. Pero sé que estamos creando riesgos extremos que nos acabarán afectando a nosotros mismos. Somos una especie que ha pasado gran parte de su historia sin ser capaz de alterar la atmósfera. Hay un desequilibrio entre nuestra historia y nuestras capacidades tecnológicas. Y eso debería atemorizar un poco a la gente.

Tenemos que cambiar nuestra política para adaptarla al gran reto del siglo XXI, pero no lo estamos consiguiendo

P. En un 'podcast' en 'The New York Times' aseguraba que, si la política no encuentra la forma de gestionar el cambio climático, habrá dos opciones: un logro tecnológico enorme o una implosión del sistema político.

R. Llevo trabajando en este tema 20 años. Las emisiones han subido muchísimo y nuestra política no ha prestado la suficiente atención. Al menos por ahora, nuestros políticos son incapaces de solucionar este problema. Cada vez va a haber más gente tratando de encontrar soluciones tecnológicas contra el cambio climático. De ahí que un catedrático de Física Aplicada de Harvard como David Keith defienda la geoingeniería. Él mismo reconoció que, al principio, pensaba que era una locura. Pero se dio cuenta de que no estábamos haciendo prácticamente nada para salvar el planeta. Incluso lo estamos empeorando. Y dejó de pensar que era una locura.

P. ¿Qué es lo que más le preocupa del cambio climático a lo que no estemos prestando atención?

R. Deberíamos pensar más en cómo conseguir que el cambio climático sea la prioridad número uno de nuestra política. Que los votantes, cuando decidan su voto, piensen en las medidas contra el cambio climático. Esto debería ocurrir en Estados Unidos, Europa y en todo el mundo. La UE es líder en esta batalla, pero no siempre ha tenido mucho éxito.

Escribir sobre el cambio climático es uno de los ejercicios narrativos más difíciles para un periodista. Primero, porque este tema cansa a la mayoría de lectores. Los ensayos que se publican están llenos de cifras y previsiones apocalípticas, y ¿quién quiere amargarse el día? Pero hay una razón quizás aún más importante. Es prácticamente imposible transformar el reportaje en una historia absorbente y entretenida. Salvo para la escritora Elizabeth Kolbert. Esta periodista del 'New Yorker' ganó el Premio Pulitzer en 2015 con 'La sexta extinción', un libro en el que hacía un recorrido histórico sobre la desaparición de especies con una prosa rápida y documentada. Su conclusión era tajante: el ser humano es el nuevo meteorito.

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