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¿Un colapso del Atlántico en 2030? Qué saben de verdad los científicos sobre este fenómeno
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Uno de los efectos del cambio climático

¿Un colapso del Atlántico en 2030? Qué saben de verdad los científicos sobre este fenómeno

Cada vez hay más estudios sobre el colapso de la corriente oceánica que suaviza el clima europeo, pero la realidad es mucho más compleja y el calentamiento global puede influir

Foto: Un iceberg pone en peligro una aldea al norte de Groenlandia, en una imagen de archivo de 2018. (EFE)
Un iceberg pone en peligro una aldea al norte de Groenlandia, en una imagen de archivo de 2018. (EFE)
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En Europa tenemos un clima privilegiado. Incluso en puntos situados muy al norte, la vida es relativamente confortable en invierno cuando en latitudes similares de otros continentes no hay más que hielo. El motivo está bien estudiado y se conoce como AMOC (siglas en inglés de Atlantic Meridional Overturning Circulation o Corriente Meridional de Retorno del Atlántico). Como si fuera un calefactor, este fenómeno envía un buen chorro de aire caliente desde el océano en el momento más frío del año, pero los científicos temen que pueda dejar de funcionar.

Uno de los efectos del cambio climático podría ser el colapso de esa corriente, lo que, paradójicamente, supondría un enfriamiento del continente europeo mientras el resto del planeta eleva su temperatura de forma dramática. Hasta hace poco tan solo era una posibilidad teórica a muy largo plazo, pero en los últimos años muchos estudios han encontrado indicios que no solo parecen confirmarla, sino que, además, la anticipan en el tiempo. Hace tan solo unos días —y debido a una mala interpretación de las palabras de un experto— medios de comunicación y redes sociales llevaron esta idea al extremo, hasta el punto de hablar de una glaciación en Europa para la década de 2030. ¿Qué hay de cierto?

Foto: El aumento del nivel del mar causado por el calentamiento global podría aumentar la probabilidad de tsunamis. (REUTERS)

Las corrientes oceánicas son un fenómeno complejo e interconectado que afecta a todo el mundo, pero la AMOC es un hecho concreto. En el Atlántico Norte, el agua salada se mantiene en la superficie parte del año porque sus altas temperaturas hacen que sea menos densa. Sin embargo, en invierno llegan desde América vientos continentales fríos, así que el océano se enfría de golpe y la salinidad hace que las aguas superficiales ganen densidad y se hundan en las profundidades de manera repentina, en apenas unas semanas.

Para suplir el hueco que dejan, aparece la corriente del Golfo, muy intensa, que procede del hemisferio sur, pero que se ha calentado a su paso por las zonas tropicales. Así, envía calor hacia Europa, especialmente, desde el paralelo 45 hacia el norte, es decir, desde el sur de Francia a latitudes más septentrionales.

Estudios que alertan, modelos que tranquilizan

El peligro del cambio climático está en el deshielo de Groenlandia. Si la gran masa de agua dulce que alberga penetra en el Atlántico Norte, la densidad de las aguas superficiales podría cambiar tanto que ya no se hundirían para dejar paso a la cálida corriente del Golfo. Ese es el colapso que algunos científicos temen y que cada vez es más probable, según varios estudios.

Un artículo publicado en Nature Communications en julio de 2023, basado en simulaciones, sugería que la AMOC podría llegar a su fin entre 2025 y 2095, siendo más probable a mediados del siglo; otro que apareció en Science Advances en febrero de este año utilizaba datos reales para llegar a conclusiones similares; y otro más reciente, que vio la luz en Communications Earth & Environment hace poco más de dos semanas, también alerta sobre indicios preocupantes.

placeholder Así funciona la AMOC, la Corriente Meridional de Retorno del Atlántico. (Imagen: Hole Oceanographic Institution)
Así funciona la AMOC, la Corriente Meridional de Retorno del Atlántico. (Imagen: Hole Oceanographic Institution)

Sin embargo, más allá de investigaciones concretas, "la comunidad científica trabaja con modelos, que son mucho más robustos", afirma en declaraciones a El Confidencial Josep Lluís Pelegrí, oceanógrafo del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona. Tras analizar los modelos, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) busca la tendencia generalizada. En asuntos como el aumento de las temperaturas, el deshielo del Ártico o los cambios en el régimen de precipitaciones, los modelos coinciden ampliamente y así lo refleja el IPCC.

Hasta el momento, el colapso de la AMOC no ha gozado de ese consenso. "Genera mucha incertidumbre, cada modelo da resultados muy diferentes, porque no es un asunto fácil de predecir y el IPCC no ha considerado que haya grandes posibilidades de que la corriente pare de repente a lo largo de este siglo", comenta el experto.

El problema es tan complejo que tiene muchos "elementos de retroalimentación positiva o negativa". Pelegrí lo explica con un ejemplo. El deshielo, en efecto, inyecta más agua dulce al Atlántico Norte y esto hace que superficialmente el océano sea menos denso, con lo cual, tenderá a hundirse menos. Sin embargo, "también hay más evaporación", advierte, lo que provoca que el agua que queda sea cada vez más salada. ¿Es posible que lo segundo compense lo primero y la AMOC no llegue a colapsar? No lo sabemos, pero está claro que "unos elementos van en una dirección y otros van en otra".

placeholder Océano Atlántico.
Océano Atlántico.

Por qué hay tanta incertidumbre

Mientras, aparecen estudios "idealizados", asegura, que en realidad abordan aspectos "parciales" de una cuestión tremendamente compleja. "Todas las investigaciones son importantes y cada vez aprendemos un poco más, pero no tienen en cuenta todos los factores que se retroalimentan y que pueden influir en el proceso", destaca. Aunque se basan en datos reales (temperatura, humedad, presión, etc…) y en proyecciones estadísticas, es difícil comparar estos trabajos con los modelos, que utilizan una enorme potencia de cálculo gracias a los sistemas de computación más avanzados y, aun así, no alcanzan resultados claros.

En este contexto, el mejor ejemplo del grado de incertidumbre al que nos enfrentamos es el revuelo que generó hace unos días un simple comentario de uno de los grandes expertos en corrientes oceánicas. En la red social X, Stefan Rahmstorf, profesor de Física de los Océanos en la Universidad de Potsdam (Alemania), aludió a un reciente encuentro científico en el que se había explicado que las probabilidades de colapso para la década de 2030 estaban entre el 35% y el 45%. El problema es que no se refería a la AMOC, sino a una parte de ella conocida como convección en el giro subpolar, tal y como él mismo tuvo que aclarar más tarde: "Por eso que el efecto de la temperatura es más moderado que en el caso de un colapso del AMOC, con enfriamiento principalmente en áreas oceánicas, mientras Escandinavia se calienta", señaló. A pesar de todo, la confusión dio pie a que medios de comunicación e incluso expertos se lanzasen a hablar de una glaciación inminente.

En cualquier caso, ¿hay alguna otra fuente que nos diga si está pasando algo? Desde hace ya 20 años, los científicos tienen desplegados sistemas que miden el flujo de aguas en el Atlántico, instrumentos que se sitúan a lo largo de la línea imaginaria de un paralelo para medir si hay variaciones en el tránsito. El más antiguo de estos sistemas, situado a 36º N, ya acumula dos décadas de datos y "no muestra mucha variabilidad, algún año se refuerza o se debilita, pero la tendencia es bastante clara, estamos en los mismos niveles", asegura el oceanógrafo.

¿Y si llega a suceder?

En cualquier caso, la gran pregunta es qué sucedería si en algún momento la AMOC llega a colapsar de verdad. ¿El enfriamiento sería suficiente para hablar de una glaciación en Europa? Para empezar, está claro que un bloqueo del transporte de las aguas de origen tropical enfriaría las regiones subpolares en el Atlántico Norte. Sin embargo, es muy difícil establecer qué consecuencias concretas tendría esto para el continente europeo. Algunas predicciones sobre lo que puede suceder se basan en investigaciones paleoclimáticas, es decir, sobre cambios climáticos del pasado. De forma natural y cíclica, la Tierra ha experimentado periodos de glaciación (el último máximo glaciar tuvo lugar hace 20.000 años) y algunas investigaciones indican que el deshielo de Groenlandia, con la consiguiente entrada de agua dulce al océano, fue un precedente.

placeholder Siberia. (EFE)
Siberia. (EFE)

Sin embargo, hay que tener en cuenta que "ahora estamos forzando el clima de manera antinatural", destaca Pelegrí. Los gases de efecto invernadero responsables del actual cambio climático son "un elemento externo que no tiene nada que ver con el sistema" y que puede cambiarlo todo. De hecho, nada se calienta tanto como el Ártico y, por consiguiente, algunas de las tierras del norte de Europa. La temperatura del planeta se ha elevado 1,3ºC de media desde la época preindustrial, pero en las regiones ecuatoriales apenas ha habido variaciones, mientras que en las regiones subpolares se calcula ya un incremento de 3ºC.

Por eso, "la respuesta del planeta es muy difícil de prever", asegura el experto, pero si el calentamiento global se dispara, precisamente, en el norte del continente europeo, es poco probable que experimente una gran congelación por el colapso de la AMOC. En cualquier caso, será difícil que los modelos climáticos ofrezcan una respuesta fiable a corto plazo, precisamente, porque más allá de las ecuaciones, "utilizan la información que explica cómo se ha comportado el sistema hasta ahora, pero si el sistema está en proceso de cambio, es más complicado que anticipe lo que va a pasar".

Foto: Parque inundable La Marjal. (Cedida)

Además, hay que tener en cuenta otro factor importante: la llegada de la corriente que suaviza el clima en el continente se produce en invierno, así que "en verano, seguiríamos teniendo una temperatura como la actual". En ese sentido, el escenario más probable sería una gran diferencia entre estaciones, con un invierno extremo, pero un estío caluroso. Asimismo, un colapso de la AMOC, "seguramente, no sería determinante a corto plazo, sino que el sistema tardaría décadas en irse enfriando", destaca el oceanógrafo.

Por si fuera poco, hay un elemento de incertidumbre adicional. La AMOC no es un sistema aislado del resto del mundo, sino que forma parte un sistema global de circulación oceánica. Las aguas que se hunden en el Atlántico Norte viajan al sur hasta la corriente circumpolar antártica, pasan al Índico y al Pacífico y regresan al Atlántico por el sur de América y de África para remontar de nuevo hacia el norte en un proceso que dura cientos de años. La cadena no solo se puede romper con el colapso de la AMOC. En realidad, "el gran riesgo está en la Antártida", señala el investigador del ICM-CSIC. Si el hielo de ese continente se deshace, el nivel del mar subiría notablemente y todo cambiaría.

En Europa tenemos un clima privilegiado. Incluso en puntos situados muy al norte, la vida es relativamente confortable en invierno cuando en latitudes similares de otros continentes no hay más que hielo. El motivo está bien estudiado y se conoce como AMOC (siglas en inglés de Atlantic Meridional Overturning Circulation o Corriente Meridional de Retorno del Atlántico). Como si fuera un calefactor, este fenómeno envía un buen chorro de aire caliente desde el océano en el momento más frío del año, pero los científicos temen que pueda dejar de funcionar.

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