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Los científicos que llevan 50 años perforando un túnel del tiempo en el hielo de Groenlandia
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PODRÍA LLEVARLES AL PASADO REMOTO

Los científicos que llevan 50 años perforando un túnel del tiempo en el hielo de Groenlandia

Estos investigadores están inmersos en una carrera mundial que tiene lugar en varios continentes por encontrar un testigo de hielo de 1,5 millones de años. ¿Por qué lo buscan?

Foto: Investigación en la Antartida. (Reuters)
Investigación en la Antartida. (Reuters)

Jakob Schwander nos retrotrae a la época en la que científicos e inventores eran la misma cosa. El suizo lleva más de 40 años tratando de crear una máquina perfecta para taladrar el hielo prístino, aquel que un día de hace miles de años fue nieve recién caída y más tarde fue sepultada por más nieve y aplastada por el tiempo. Hasta el momento, de sus manos han salido las perforadoras más pequeñas que han conseguido alcanzar las capas más profundas. Con su modelo Radix —Rapid Access Drill for Ice extraction, o perforadora de acceso rápido para la extracción de hielo— de dos centímetros de diámetro, han podido alcanzar los 320 metros de profundidad en el hielo antártico (a -55 °C) en pocos días.

Estos testigos de hielo o ice cores, columnas transparentes de uno a seis metros de largo, acumulan una precisa reconstrucción del aire que ha habido en cada momento en la Tierra. Si encontraban una línea de ceniza, por ejemplo, podían certificar que ahí hubo una erupción volcánica. Mirando las partes por millón de CO2 en esas burbujas de aire concentradas, podían reconstruir el clima y la temperatura en aquel momento de la prehistoria.

Es la misma estrategia que se usa con otros indicadores paleoclimáticos o proxies, como por ejemplo los anillos de los árboles, que recientemente nos permitieron conocer que el verano de 2023 fue el más caluroso de los últimos 2.000 años. Los testigos de hielo como los que Schwander lleva años extrayendo en Groenlandia —base de operaciones de su proyecto Greenland Ice Core Project— nos han permitido extender esa ventana al pasado análisis hasta durante los últimos 800.000 años. No obstante, podrían revelar mucho más. El gran objetivo son los 1,5 millones de años, ¿pero dónde está ese hielo?

El paleoclimatólogo de la Universidad de Berna no está solo en esta carrera. Otros grupos de investigación estadounidenses y australianos buscan con ahínco el hielo primigenio. Como tiene que ser un testigo de hielo continuo, sin interrupciones, la otra opción obvia es Groenlandia o la Antártida. El problema allí es que el hielo, cuanto más antiguo es, se desplaza hacia las costas y acaba mezclándose con el océano o formando parte de algún iceberg.

Schwander no está solo en esta carrera. Estadounidenses y australianos buscan el hielo primigenio en Groenlandia

Este científico suizo de la Universidad de Berna es uno de los padres de la investigación que ha convertido ese hielo en la gran biblioteca climática de nuestro planeta. Han conseguido demostrar que los testigos de hielo no son solo un medidor más del clima del pasado, sino la mejor herramienta de análisis de qué ha sucedido desde la época en que el Homo erectus comenzó su desarrollo evolutivo hasta convertirse en Sapiens y dominar el planeta.

"Se ha demostrado que es el único archivo paleoclimático que permite una medición directa de las condiciones del pasado", detalla Schwander en una entrevista para El Confidencial antes de recoger, junto a varios colegas, el Premio Fronteras del Conocimiento otorgado por la Fundación BBVA por su contribución científica. "Todos los archivos, como los anillos de los árboles, depósitos de cuevas, sedimentos en lagos o mares... son indicadores indirectos de las condiciones climáticas pasadas, sin embargo, el aire en las burbujas de hielo es un indicador directo. Por eso es algo singular, único".

Foto: Nieve en Formigal, Huesca. (EFE/Javier Blasco)

Junto a él ha acudido a Bilbao Thomas F. Stocker, que añade que "por supuesto, luego está todo lo que nos puede decir ese aire sobre la situación del presente y las posibles consecuencias". Este reconocido climatólogo estuvo, durante mucho tiempo, implicado en el IPCC, el panel de Naciones Unidas que ha elaborado los informes más exhaustivos sobre las causas y consecuencias del cambio climático en nuestro planeta.

En medio de los debates por el impacto real que el ser humano está provocando en el planeta o las dudas sobre el alcance del antropoceno, estos investigadores han convertido el hielo en un activo para descifrar la realidad climática del pasado. Schwander responde con un rotundo sí a la pregunta de si estamos en una nueva era geológica marcada por el hombre. Los datos extraídos de estos testigos helados muestran que la concentración de gases de efecto invernadero hoy es un 35% superior a la que se ha visto en los últimos 800.000 años. Y los cambios en el clima se están dando cien veces más rápido.

"Son los datos, nos gusten o no. Y las únicas razones para esta aceleración son antropogénicas. El ser humano es lo único que ha cambiado el planeta de esta forma tan fundamental, salvo, evidentemente, un huracán o una gran erupción. Estos cambios naturales han ocurrido en el pasado, pero desde la revolución industrial la huella humana es permanente y es tan significativa que está teniendo un impacto muy rápido y duradero", explica Stocker. "No es como una erupción volcánica, que después de dos o tres años la atmósfera está limpia de nuevo y vuelve a su estado original. Cada kilogramo de CO2 que nosotros emitimos permanece en el sistema durante un periodo de tiempo muy, muy largo. De hecho, el 15% permanecerá en la atmósfera para siempre", añade.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

"Un ejemplo sencillo de la rapidez de los cambios", precisa Schwander, "cuando yo empecé con estas perforaciones, hace unos 40 años, cuando abríamos un orificio en el norte de Groenlandia, la temperatura en el orificio era constante; pero hoy en día vemos variaciones de tres grados en la superficie". En estos cambios ya puede apreciarse el impacto del ser humano. "Los testigos nos permiten ver restos de la combustión del carbón y el petróleo, incluso provenientes de la época de los romanos. Es posible hacer mediciones muy precisas y distinguir incluso entre tipos de plomo y su procedencia, gracias a que la composición isotópica es ligeramente diferente", detalla.

Para Stocker, todo lo hallado en las décadas de investigación de estos europeos es una prueba clara de que el ser humano ha cambiado la época geológica. "Tenemos ahora este debate acerca de si tenemos que llamar Antropoceno a esta época, y los geólogos han decidido que esto no es aceptable".

"Pero como científicos climáticos, nosotros sí creemos que esta es una nueva época que podrá ser detectable en el futuro", apunta el otro experto.

¿Qué pasó hace 1,5 millones de años?

En su afán por exprimir al máximo los cilindros de hielo, los investigadores están inmersos en dos nuevos proyectos que esperan que sean claves para el estudio del clima. Sobre todo es el caso de uno que están realizando en la Antártida y que busca encontrar un eslabón perdido. Hace cerca de un millón de años el ritmo de los grandes cambios en el clima se ralentizó y nadie sabe, de momento, por qué.

"Junto con otros nueve países europeos, estamos buscando en la Antártida hielo de una antigüedad cercana a los 1,5 millones de años. No sé si vamos a tener éxito, lo tengo que decir con claridad, pero esa es la esperanza, ese es el objetivo de ese proyecto y lo sabremos en cosa de tres años. El objetivo es remontarnos más de 800.000 años porque hace un millón de años, aproximadamente, se ralentizó el ritmo de las edades de hielo en 2,5 veces. Es decir, hasta entonces, sabemos, había ciclos de 40.000 años muy rápidos, pero luego, de repente, pasamos a ciclos muy lentos, de 100.000 años. No sabemos el motivo y esto puede tener la solución", detalla Stocker.

La gran esperanza se encuentra cerca de las Colinas de Alan, ubicadas en la parte oriental de la cordillera Transantártica. Aquí apareció, hace cinco años, un tipo de hielo azul que podría contener aire con más de dos millones de años de edad, según apareció en un estudio de Nature.

"Esperamos poder contribuir a ese conocimiento y encajar esa pieza del puzle que permitirá resolver una de las grandes preguntas que aún tenemos", dice el suizo.

placeholder Un centro de investigación en Ohio que guarda testigos a más de 30 grados bajo cero. (Reuters)
Un centro de investigación en Ohio que guarda testigos a más de 30 grados bajo cero. (Reuters)

Si el proyecto tiene éxito, es muy probable que esos testigos de hace 1,5 millones de años acaben en el otro gran desarrollo de estos investigadores, una especie de Arca de Noé del clima llamada Ice Memory. Se trata de un archivo en la Antártida donde guardar muestras de todos estos cilindros sin miedo a que desaparezcan. Lo hacen, porque en el resto del mundo ya no están seguros de su preservación. "Estamos viendo cómo se van extinguiendo los glaciares de muchas cordilleras, y esos son muy buenos archivos para estudiar el impacto químico de la actividad humana. Así que los científicos del futuro no van a tener acceso a ese hielo, salvo que estén en un espacio que, esperamos, se puedan preservar durante miles de años más", recuerda Stocker.

La rueda gira de nuevo hacia el cambio climático que enfrentamos. Y el futuro que se puede esperar. "No podemos decir que estemos ante el mayor reto al que se ha enfrentado la humanidad, porque ha pasado por ciclos de edades de hielo. En Suiza, donde vivimos nosotros, no podríamos haber vivido hace 20.000 años. Eso significa que el ser humano ya se ha tenido que adaptar más veces y lo hicimos con éxito. Pero en gran medida se consiguió porque los cambios eran relativamente lentos y había espacio disponible. Pero a fecha de hoy estamos hablando de nueve mil millones de habitantes en el planeta Tierra. Y los cambios se están produciendo, insisto, cien veces más rápido que en el pasado".

Jakob Schwander nos retrotrae a la época en la que científicos e inventores eran la misma cosa. El suizo lleva más de 40 años tratando de crear una máquina perfecta para taladrar el hielo prístino, aquel que un día de hace miles de años fue nieve recién caída y más tarde fue sepultada por más nieve y aplastada por el tiempo. Hasta el momento, de sus manos han salido las perforadoras más pequeñas que han conseguido alcanzar las capas más profundas. Con su modelo Radix —Rapid Access Drill for Ice extraction, o perforadora de acceso rápido para la extracción de hielo— de dos centímetros de diámetro, han podido alcanzar los 320 metros de profundidad en el hielo antártico (a -55 °C) en pocos días.

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