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El primer contacto con una civilización interestelar a la vuelta de la esquina
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Naves inteligentes en busca de energía

El primer contacto con una civilización interestelar a la vuelta de la esquina

El astrofísico Avi Loeb reflexiona sobre el significado de la inteligencia artificial y cómo afecta nuestra expectativas sobre el contacto con posibles inteligencias de otros sistemas solares

Foto: Fotograma de Prometeo, la película de Ridley Scott. (20th Century Fox)
Fotograma de Prometeo, la película de Ridley Scott. (20th Century Fox)

Los Grandes Modelos de Lenguaje con Inteligencia Artificial (IA) son redes neuronales cuyo ‘hardware’ es muy diferente al del cerebro humano. Consumen gigavatios de energía en lugar de decenas de vatios, están hechos de silicio en lugar de carne y sangre esponjosas y sus neuronas artificiales transmiten señales a la velocidad de la luz. Estas señales habrían viajado 150 kilómetros durante el medio milisegundo que tardan las moléculas de neurotransmisores en viajar entre las sinapsis en un cerebro un millón de veces más pequeño. Estas diferencias materiales pueden hacer que los sistemas de IA parezcan extraterrestres. Claro, podemos hacer todo lo posible para alinear la IA con los humanos mediante una capacitación y supervisión exhaustivas, pero a la larga este intento podría parecer como ponerle pintalabios a un cerdo.

La distinción fundamental entre IA e inteligencia humana es que la primera muestra lo que podríamos encontrar a través del descubrimiento de tecnologías extraterrestres, fabricadas en circunstancias inimaginables en un exoplaneta. El ecuación de Drake no arroja luz sobre la posibilidad de tal encuentro. Dentro de miles de millones de años, bastará con una sola civilización avanzada en toda la Vía Láctea para llenar todo el espacio interestelar con sondas autorreplicantes equipadas con inteligencia artificial e impresoras 3D para producir copias de sí mismas a partir de las materias primas que pueden encontrar en lugares remotos. Este truco de autorreplicación es familiar en los microbios terrestres que se reproducen y multiplican constantemente.

Foto: Una página del manuscrito Voynich. (Yale University)

Curiosamente, las capacidades computacionales tanto de la IA como del cerebro humano están limitadas por la energía de la que disponen. El cerebro humano consume una quinta parte de la energía metabólica del cuerpo, un requisito apenas satisfecho con la caza y la recolección de recursos naturales. El crecimiento exponencial de los sistemas de IA probablemente llegará al límite dentro de una década o dos debido a las limitaciones en el suministro de energía eléctrica.

Es natural suponer, por extensión, que el nivel de inteligencia exhibido por las sondas extraterrestres estará limitado por su suministro de energía. El flujo de energía suministrado por una estrella aumenta inversamente con la distancia al cuadrado, mientras que el tiempo para cruzar esa distancia aumenta en proporción a ese valor. Como resultado, la cantidad de energía estelar disponible aumenta inversamente con la distancia de máxima aproximación a una estrella. Al alcanzar la separación Tierra-Sol, una sonda interestelar puede recolectar 100.000 más energía que la que puede alcanzar en el punto medio entre el Sol y su estrella más cercana. Esto proporciona un buen incentivo para que las sondas interestelares visiten la región habitable alrededor de las estrellas. Bucear diez veces más cerca de la estrella podría provocar el derretimiento de la sonda, ya que la temperatura de su superficie superaría los mil grados.

Además de proporcionar energía a temperaturas superficiales tolerables, la región habitable alrededor de una estrella también ofrece la oportunidad de encontrar agua líquida, que podría convertirse en hidrógeno u oxígeno para combustible mediante la ruptura de moléculas de agua usando electrólisis. Por estas razones, las sondas interestelares podrían considerar los planetas habitables como estaciones de abastecimiento de combustible.

Por estas razones podrían llegar sondas interestelares funcionales cerca de la Tierra. Imaginar que lo hacen por nuestra posible existencia es pretencioso. Puede que no seamos la atracción principal en la Tierra, como las películas de ciencia ficción nos hacen creer a menudo gracias a nuestra mentalidad egocéntrica.

En el contexto de una gran ciudad, a menudo nos encontramos con extraños por la calle a los que no les importamos. De manera similar, las sondas extraterrestres podrían no considerar nuestros arsenales nucleares como una amenaza ni como un atractivo. Pero podríamos usarlas para beneficiarnos de sus conocimientos o alinear nuestros intereses con los de ellos. Estas son las mismas motivaciones que guían nuestra interacción con los sistemas de IA. Dadas estas similitudes, la abreviatura IA podría significar inteligencia extraterrestre [AI o Alien Intelligence en inglés — N. del T.] tanto como inteligencia artificial, creada por nosotros mismos.

Nuestros telescopios más grandes no pueden detectar el flujo de luz solar reflejado por sondas de un metro a menos que lleguen a una distancia comparable al diámetro de la Tierra. Considerando la tasa de impacto de meteoros interestelares como IM1 o IM2, debería haber millones de objetos en la escala de un metro procedentes del espacio interestelar dentro de la órbita de la Tierra alrededor del Sol en cualquier momento dado. La pregunta clave es si alguno de estos objetos interestelares es de origen artificial. Y lo más importante, ¿hay algún dispositivo funcional entre las rocas y la basura espacial que representan la mayoría de los objetos?

Esperamos que los tres observatorios del Proyecto Galileo, en Estados Unidos, unan fuerzas con el Observatorio Rubin, en Chile, para encontrar nuevos objetos interestelares a partir de 2025. Incluso si sólo uno entre un millón de estos objetos resulta ser un dispositivo funcional, su descubrimiento cambiará la forma en que nos comportamos, de manera similar a darnos cuenta de que alguien está leyendo nuestros correos electrónicos o escuchando nuestras llamadas telefónicas.

Después de identificar los nutrientes de los que se alimenta una sonda interestelar, podemos atraerla a nuestro patio trasero proporcionándole estos nutrientes generosamente. Un encuentro más cercano nos permitiría aprender más sobre la naturaleza de su inteligencia extraterrestre. El suministro de energía limitado puede limitar el nivel de inteligencia de una sonda extraterrestre pero la incógnita crítica es si ese nivel excede el nuestro. Cuando se trata de inteligencia extraterrestre, el desafío final son las "incógnitas desconocidas", no las "incógnitas conocidas".

En definitiva, podríamos ser parte de una gran población de inteligencias que surgieron desde el Big Bang, hace 13.800 millones de años. La pregunta fundamental es cuántos de ellos tienen más parámetros que el cerebro humano. Por ahora, nuestro conocimiento limitado nos permite imaginar los beneficios de un gran número de parámetros. Lo que sabemos es que hay alrededor de 100.000 millones neuronas en el cerebro humano, similar al número de estrellas en la Vía Láctea o al número de galaxias del tamaño de la Vía Láctea en el volumen observable del universo. Los sistemas de inteligencia artificial podrían mejorar nuestro cuerpo en el futuro como formas de vida extraterrestres. Esto tendrá precedentes, ya que en este momento hay 100 billones bacterias en el intestino humano, similar al número de estrellas en un rico cúmulo de galaxias.

Avi Loeb es jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth.

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Novaceno publica una columna de Avi Loeb con permiso del autor todos los jueves.

Los Grandes Modelos de Lenguaje con Inteligencia Artificial (IA) son redes neuronales cuyo ‘hardware’ es muy diferente al del cerebro humano. Consumen gigavatios de energía en lugar de decenas de vatios, están hechos de silicio en lugar de carne y sangre esponjosas y sus neuronas artificiales transmiten señales a la velocidad de la luz. Estas señales habrían viajado 150 kilómetros durante el medio milisegundo que tardan las moléculas de neurotransmisores en viajar entre las sinapsis en un cerebro un millón de veces más pequeño. Estas diferencias materiales pueden hacer que los sistemas de IA parezcan extraterrestres. Claro, podemos hacer todo lo posible para alinear la IA con los humanos mediante una capacitación y supervisión exhaustivas, pero a la larga este intento podría parecer como ponerle pintalabios a un cerdo.

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