Es noticia
El eterno colonialismo
  1. Televisión

El eterno colonialismo

A FAVOR Por Alberto Lázaro También la lluvia es una de esas excepciones dentro del cine español. Icíar Bollaín rescata el cine social que tanto

A FAVOR

Por Alberto Lázaro

También la lluvia es una de esas excepciones dentro del cine español. Icíar Bollaín rescata el cine social que tanto admira para expresar, a su manera y de un modo sobrecogedor, la guerra del Agua de Bolivia en 2000, que enfrentó a los indígenas con aquellos que querían ‘robarles’ el agua privatizándola. Una crítica demoledora a ese imperialismo que hizo grande a España tras el descubrimiento de América y que, de algún modo, continúa siendo el talón de Aquiles de los países latinoamericanos.

Un magnífico guión de Paul Laverty que logra conmover en su conjunto aunque sus personajes no lleguen a conquistar al espectador por un discurso demasiado trasnochado. Bajo el pretexto de rodar una película sobre la vida de Cristóbal Colón, Bollaín consigue construir dos universos paralelos. Uno para mostrar la llegada de los primeros españoles a América, y otro para contextualizar ese problema del agua que tanto está atormentando a los habitantes de Cochabamba. El resultado será un cúmulo de emociones y resignación que hará que el público no tenga otra opción más que la de reflexionar sobre el precio que tuvo que pagar el pueblo indígena americano para que el Imperio español se hiciese ‘grande’. 

EN CONTRA

Por Nacho Gay

No deja de ser sugerente, por manido, eso de recurrir al topic del ‘cine dentro del cine’. Sobre todo porque Icíar Bollaín no lo hace por necesidades o intereses argumentales, al modo de El crepúsculo de los dioses, Cantando bajo la lluvia o Cautivos del mal, sino por exigencias puramente narrativas. El hecho de que los protagonistas de su film sean los hacedores de una película sobre el descubrimiento del Nuevo Mundo desplazados a Bolivia para efectuar el rodaje esuna forma inteligente de dar voz en su discurso a ciertos personajes históricos, como el mismísimo Cristobal Colón, con objeto de elaborar un paralelismo entre dos épocas separadas por seis siglos, pero unidas por un ítem de obliga reflexión: la dependencia colonial de América latina.

Esta operación metalingüística es también la coartada perfecta de Bollaín para hablar a través del director y el productor del film, pero aún así la película resulta terriblemente discursiva en su primera mitad, víctima del guión de Paul Laverty, que sigue trabando en la misma línea que cuando lo hacía para los films de Ken Loach. Cuando el protagonista, Luis Tosar, toma conciencia de la trascendencia del film que produce y, por ende, del de Bollaín, la tensión narrativa aumenta y la película lo agradece. Sin embargo, la realizadora no ha sido capaz de separarse demasiado de los acontecimientos narrados, por lo que el didactismo se convierte en la nota predominante de un texto que no deja que los hechos y los personajes que los protagonizan hablen por sí mismos.

A FAVOR