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Cómo el apoyo a Israel incendió Eurovisión y llevó a un extraño volantazo final
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Carlos Prieto

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Cómo el apoyo a Israel incendió Eurovisión y llevó a un extraño volantazo final

Los organizadores del festival defendieron contra viento y marea la presencia israelí en el festival, pero se les acabó yendo de las manos. La trampa del apoliticismo

Foto: Representantes de Israel en la final de Eurovisión. (EFE)
Representantes de Israel en la final de Eurovisión. (EFE)

El festival de Eurovisión se jacta de ser "apolítico" y vigila que las letras no tengan contenidos políticos explícitos. Dado que hoy día no hay nada, por pop que sea, que no se politice a lo loco, y que, como aseguran varios historiadores del evento, Eurovisión fue rescatado hace años de la irrelevancia por la comunidad LGTBI, lo del apoliticismo oficial siempre sonó a funambulismo ingenuo que podía acabar estallando en algún momento. Pues bien: lo ha hecho a lo bestia en algún lugar entre Ucrania y Palestina.

Tras la invasión de Ucrania, presionada por tierra, mar y aire, la Unión Europea de Radiodifusión (UER), organizadora de Eurovisión, vetó tardíamente a Rusia del festival. En medio de una creciente histeria cultural antirrusa en toda Europa —la filmoteca andaluza llegó a cancelar un pase de Solaris de Tarkovsky— nadie reparó en que, vetando a Rusia, a Eurovisión se le abría una pequeña gran fisura en su férreo discurso "apolítico".

En efecto, cuando Israel invadió Gaza, dos años después de que Rusia hiciera lo propio con Ucrania, muchos eurofans pidieron que Eurovisión vetara a Israel en consecuencia. El festival se negó alegando que era "un evento musical y no político". Las preguntas eran de cajón: Si el festival era 100% apolítico, ¿por qué se vetó entonces a Rusia? ¿Por qué a Rusia sí y a Israel no? ¿Apoliticismo a la carta?

Como la UER ha sido incapaz de responder con claridad a estas cuestiones, más allá de echar balones fuera, podemos intentar hacerlo nosotros.

Mal rollo

La gran paradoja de esta historia es que el apoliticismo militante ha parido el festival más politizado que se recuerda. La defensa oficial a Israel acabó incendiando Eurovisión. Ha sido un fin de semana de máximo eurodrama geopolítico: hostigamiento a periodistas simpatizantes con Palestina en los pasillos del festival, tensión entre artistas en las ruedas de prensa, abucheos a las actuaciones de Israel (maquillados por la televisión sueca), manifestaciones contra la presencia israelí a las puertas del evento y un mal rollo que, según veteranos periodistas eurovisivos, jamás se había visto. No por casualidad, la mayor bronca en directo -más que a la representante israelí- se la llevó el supervisor del festival, Martin Österdahl, señalado como responsable del desaguisado (su futuro en el cargo no parece claro).

"El patrocinador israelí de Eurovisión habrá ejercido toda la presión del mundo"

¿Por qué Eurovisión defendió la presencia de Israel contra viento y marea? ¿No valoraron bien la crisis que se les venía encima? Digamos que el nivel de presión para vetar países (Rusia e Israel) fue diferente. El boicot a Rusia se pidió desde las más altas instancias europeas; el de Israel ha sido más un reclamo popular, porque las instituciones europeas están divididas sobre, por ejemplo, si reconocer o no a Palestina. Que el principal patrocinador de Eurovisión sea una empresa israelí de cosméticos pudo ser también un factor. "Moroccanoil habrá ejercido toda la presión del mundo", cuenta Juanma Fernández, uno de los periodistas españoles expertos en las tripas eurovisivas.

La conspiración

Por último, respecto a la teoría de la conspiración sobre el resultado del festival que recorre Europa —¿por qué Israel tuvo tanto apoyo del público y tan poco de los jurados profesionales?— conviene aclarar varias cosas. Jurados y espectadores se reparten el voto casi a medias. Durante las semifinales del festival, se filtró (esos datos no deberían haberse publicado) que Israel había arrasado en el televoto en Italia. ¿Qué se podía concluir? Que al estar el potencial voto proisraelí concentrado en un solo país (Israel) y el potencial voto antiisraelí repartido entre los 25 restantes, Israel tenía muchas posibilidades de sacar un gran resultado en el voto popular (como así fue).

Es decir, antes de la final, se intuía que si Israel tenía una puntuación más o menos buena de los jurados, podía ganar el festival. Pero los jurados profesionales de cada país valoraron a Israel mucho más bajo que los espectadores.

Foto: Eden Golan ha defendido a Israel en la final del Festival de Eurovisión 2024. (EFE)

Lo que sostiene ahora la conspiración es que Eurovisión —viendo que la cosa se le había de las manos y que una victoria de Israel llevaría a un boicot masivo de los países a la edición de 2025 en Israel, es decir, a la implosión del festival— maniobró para que los jurados minusvaloraran a Israel. Como pensar en una macro conspiración que envuelve a 25 países es bastante rocambolesco, Juanma Fernández apunta a una posibilidad más espontánea y sencilla que la de la mano negra. "Los jurados están compuestos por artistas de cada país, en general de tendencia progresista, que habrán votado en conciencia".

Israel no ganó el festival, pero sí el siguiente relato: el pueblo europeo está con nosotros, pero las malvadas instituciones no. Palestina, por su parte, sacó del festival visibilización de su lucha y del malestar hacia Israel. ¿Y los organizadores del evento? Calcinados vivos.

Resumiendo: Eurovisión se ha politizado este año a niveles premium. La UER quiso hacer el evento apolítico definitivo en mitad de un gigantesco quilombo geopolítico, pero el "aquí no ha pasado nada, circulen" no ha salido bien.

El festival de Eurovisión se jacta de ser "apolítico" y vigila que las letras no tengan contenidos políticos explícitos. Dado que hoy día no hay nada, por pop que sea, que no se politice a lo loco, y que, como aseguran varios historiadores del evento, Eurovisión fue rescatado hace años de la irrelevancia por la comunidad LGTBI, lo del apoliticismo oficial siempre sonó a funambulismo ingenuo que podía acabar estallando en algún momento. Pues bien: lo ha hecho a lo bestia en algún lugar entre Ucrania y Palestina.

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