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Eurovisión, el festival que debe salir de su particular 'Nebulossa' si quiere volver a ser lo que fue
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Eurovisión, el festival que debe salir de su particular 'Nebulossa' si quiere volver a ser lo que fue

Acaba la edición del certamen musical europeo más controvertida de sus casi 70 años de historia

Foto: Nemo, ganador de Eurovisión 2024. (EFE/Andreas Hillergren)
Nemo, ganador de Eurovisión 2024. (EFE/Andreas Hillergren)

"El trofeo se puede arreglar. Puede que Eurovisión también necesite algunos arreglos". El incidente de Nemo Mettler, ganador de 2024, al que se le cayó el trofeo en plena celebración, es la definición perfecta del punto en el que se encuentra el concurso musical que muchos respetamos y vivimos con ímpetu cada día del año. Parece poética la victoria de la neutral Suiza, con un artista no binario y un tema de teatral puesta en escena e incontestable factura vocal, en una edición que marcará un antes y un después en la historia del festival.

"I broke the code", canta Mettler en el estribillo de The Code, la canción vencedora, otro verso que le viene que ni pintado a la situación en la que la Unión Europea de Radiodifusión (EBU-UER) se ha encargado de meter a su propio certamen. Y es que da la sensación de que este año se han terminado de romper los códigos, los valores, sobre los que se sostenía todo.

La organización ha de cuestionarse si sale a cuenta mirar hacia otro lado respecto a la guerra en Gaza y permitir la participación de Israel (rentable es, desde luego). Preguntarse en qué lugar deja la imagen de Eurovisión que los periodistas acreditados en la sede sean señalados e intimidados por sus homólogos israelíes y por la propia delegación.

Dónde queda la credibilidad de un evento que, bajo el engañoso calificativo de "apolítico", ni siquiera protege a sus representantes y censura reivindicaciones pacíficas, mientras permite al estado de Oriente Medio desplegar su propaganda ante una audiencia potencial de 200 millones de personas. ¿Todo vale para la UER, incluso comprometer la confianza del eurofán, el verdadero pilar de un festival que pronto cumplirá 70 años?

placeholder Nebulossa en la gran final de Eurovisión 2024. (EFE/Jessica Gow)
Nebulossa en la gran final de Eurovisión 2024. (EFE/Jessica Gow)

Visto el panorama, la elección de Zorra en el Benidorm Fest, allá por febrero, podría decirse que fue acertada y un poco premonitoria. Disfruten, que algo queda. Al contrario que con Ay mamá (2022) y Nochentera (2023), decidimos enviar a Malmö el gran himno de la edición y nada más, sin pretensiones de alcanzar la parte alta de la clasificación. Posiblemente, una reacción natural a cómo se portó el televoto europeo en 2023 con Blanca Paloma, cara visible de la candidatura española más cuidada a nivel escenográfico de los últimos años.

El objetivo de España este 2024 era ser 'disfrutona' con un éxito que trascendiese el mero contexto de la cita eurovisiva (y sobre todo semanas posteriores a la preselección española lo logró, al abrir todo un debate nacional sobre su mensaje), más allá del resultado. La fiesta de Nebulossa en Suecia se ha saldado con un 22º puesto que, buceando brevemente en las redes sociales, no ha dolido tanto como otros batacazos made in Spain.

Sin embargo, ojo con confundir el disfrute con el conformismo que se instaló en Televisión Española respecto a Eurovisión durante años y que la creación del Benidorm Fest por fin disipó. En España existe talento a raudales y una industria musical lo suficientemente potente como para enseñar a Europa una propuesta competitiva. A la pública, que ya trabaja en la próxima edición del certamen alicantino, le toca poner más énfasis en el proceso de selección. Demostrar que el tercer puesto de Chanel en 2022 no fue un espejismo.

"El trofeo se puede arreglar. Puede que Eurovisión también necesite algunos arreglos". El incidente de Nemo Mettler, ganador de 2024, al que se le cayó el trofeo en plena celebración, es la definición perfecta del punto en el que se encuentra el concurso musical que muchos respetamos y vivimos con ímpetu cada día del año. Parece poética la victoria de la neutral Suiza, con un artista no binario y un tema de teatral puesta en escena e incontestable factura vocal, en una edición que marcará un antes y un después en la historia del festival.

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