Alfonso Basterra contó sus planes al creador de 'El caso Asunta' en una carta: "Nadie volverá a saber de mí"

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La carta de Alfonso Basterra al creador de El caso Asunta añade una nueva dimensión al drama que envuelve el trágico asesinato de la niña gallega. En medio del estreno de la serie de Netflix, protagonizada por Candela Peña y Tristán Ulloa, que desde el pasado 26 de abril se ha alzado como una de las obras más vistas en la plataforma en España, esta carta, escrita desde la prisión, ofrece una mirada íntima a los sentimientos y reflexiones de un padre envuelto en el torbellino del crimen y la justicia.

Leída en el contexto del documental El caso Asunta: Operacion Nenúfar (2017), creación previa de Bambú Producciones, con el productor Ramón Campos al frente, esta correspondencia arroja luz sobre los planes futuros de Basterra y subraya la complejidad de un caso que ha capturado la atención y la especulación pública durante años. Se trata de un testimonio que pone de manifiesto los sentimientos del acusado, y las múltiples capas de este caso que ha dejado una profunda huella en la sociedad española.

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Alfonso Basterra cumple una condena de dieciocho años en el centro penitenciario de Teixeiro, por su involucración en el crimen contra su hija adoptiva, Asunta Basterra. Se espera que su puesta en libertad se produzca en el año 2031. Por el contrario, la que fuera su mujer y supuesta cómplice en el crimen, Rosario Porto, se suicidó en su celda de la prisión de Brieva, Ávila, en el año 2020, después de varios intentos fallidos de terminar con su vida. Cuando Basterra escribió la carta, Porto seguía viva.

Carta completa de Alfonso Basterra

Estimado señor Campos,

En cartas anteriores le he transmitido la rabia y la ira que lleva destrozándome y devorándome desde hace tres años. Rabia e ira hacia el juez instructor, hacia el fiscal, los abogados de la acusación particular, los medios de comunicación y, muy particularmente, hacia la persona que acabó con la vida de mi niña.

Pero estos sentimientos me llevarían indefectiblemente hacia la locura y la autodestrucción, y eso es algo que no puedo ni debo tolerar, porque abandonaría la esencia de mi yo, del que algo aún queda y acabaría derrotado por fuerzas ajenas a mí.

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De modo que tras mucho pensar, he entendido que el perdón es mi camino. La única forma posible de mantenerme en mi camino y sortear este gran reto que el destino me ha puesto.

Puede que no se lo crea, pero después de muchas horas de meditación considero que este nuevo rumbo es, además del acertado, el definitivo. No puedo volver a caer en episodios de cólera como los que he vivido. Es más, he llegado a la convicción de que todos ellos actuaron bajo un signo profesional del que estaban convencidos y con arreglo a la más pura de las éticas. Equivocados totalmente, pero sin saltarse la ley y sin ánimo alguno de condenar por condenar.

"Tras mucho pensar, he entendido que el perdón es mi camino"

Se sorprenderá, pero cuando dentro de seis años, como mínimo, tenga el tercer grado en lugar de asesinar a los citados, como en tantas ocasiones imaginé, lo que realmente deseo es sentarme en una cafetería con ellos y debatir, si lo desean, lo que fue aquel juicio.

Pero lo que nunca haré será exigirles perdón, todo lo contrario, seré yo quien les ofrezca mis disculpas por tan terribles pensamientos surgidos de una locura inimaginable que no deseo a nadie. Y por la misma razón haré lo propio con el asesino o asesina de mi niña, porque ahora sí, estoy convencido de que su acción fue fruto de esa locura, ya que nadie en pleno uso de sus facultades mentales cometería una monstruosidad como esa.

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Para terminar le haré una confesión: cuando recupere mi libertad, tengo el firme propósito de desaparecer, nadie volverá a saber de mí, ni tan siquiera Rosario Porto.

Solo tengo una razón para seguir con vida, que no es otra que volver a ser un hombre libre y reunirme con mi niña, nunca antes. De hecho ya tengo pensado el cómo y el dónde, tan solo me falta el cuándo, pero todo llega.

Mi verdadera condena no es la prisión, señor Campos, sino no haberla podido socorrer cuando más me necesitó. Eso es algo que nunca me podré perdonar. Así que cuando conozcan mi fallecimiento le ruego que descorche una botella de cava y brinde con los suyos, solo en ese momento comprenderá que he recuperado mi felicidad. Mi niña me necesita y yo a ella.