La Margarita más perturbada ha hecho lo impensable en 'La Promesa': "Mala madre"

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La tensión es más que palpable en la planta noble del palacio de La Promesa. El capítulo de la serie de época que La 1 de Televisión Española ha emitido hoy a las 16:45 horas, ha llevado hasta el límite a personajes como Catalina, quien ha tenido que aguantar el desprecio de su madrastra, o Martina, a punto de ser enviada a un sanatorio. El tiempo se ha terminado para la prima de los Luján, y su vida va a cambiar a partir de ahora.

En el capítulo anterior del melodrama protagonizado por Ana Garcés, Arturo García Sancho y Eva Martín, entre otros intérpretes, Catalina interrogó a Petra si podía tener idea de qué enemigo de Ayala habría querido envenenarle. Hoy, el ama de llaves ha dicho que no sabía quiénes eran sus enemigos, ni si los tenía. Sin embargo, la pérfida señora ha explicado que algo le había llamado la atención: "el conde de Ayala mostraba muchísimo interés en La Promesa", concretamente con sus posibilidades de explotación.

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Catalina no sabía qué tenía que ver aquello con su envenenamiento, pero Petra recordaba cómo para Ignacio todos los recursos de la finca le parecían desaprovechadas. A ello, le ha sumado que, de un día para otro, Ayala y Margarita pasaron del odio al amor: "Fue todo muy repentino", ha explicado la que estuviera enamorada del conde. "Estoy convencida de que, durante esos días, el conde conoció que doña Margarita era la dueña de un cuarto de La Promesa".

Las piezas estaban donde él había previsto, según Petra, "todas, menos una". "Martina", ha susurrado Catalina, sobre ese escollo insalvable que ahora iba a dejar de serlo. La muchacha ha llegado a entender lo que la señora Arcos sugería: "¿El conde hizo que pareciera algo que no es?". Petra, por su parte, no ha confirmado nada, y le ha dicho a Catalina que sacase sus propias conclusiones

María Antonia repite jugada

Mientras tanto, Lorenzo ha preguntado a María Antonia por qué estaba taciturna. La mujer ha comentado que se sentía como una intrusa en esa casa desde que Alonso le invitó a marcharse. Llegaron a hacer borrón y cuenta nueva, pero seguía en tensión por los desencuentros entre los marqueses. La señora ha añadido que Alonso le evitaba siempre, y el capitán De la Mata ha pensado que la presencia constante de Cruz hacía que el marqués no se relajase. "Puedo distraerla", ha pensado Lorenzo, para que María Antonia pudiese tener una conversación de confianza con Alonso.

Martina, a Catalina: "Ya nunca me voy a quitar el estigma, seré Martina la Loca"

Lorenzo se ha llevado a Cruz de cena con un amigo suyo, momento que María Antonia ha aprovechado para servirse una copa y hablar con Alonso. La mujer le ha preguntado si un malentendido iba a echar por la borda su amistad, y ha pedido tratarse con naturalidad. El marqués le ha dado la razón, y a los segundos, María Antonia se ha vuelto a lanzar a sus labios. Alonso no la ha rechazado. Más bien, se ha quedado perplejo ante la reiteración de aquella situación. ¿Está realmente enamorado de ella? María Antonia se ha marchado sin dar lugar a lamentaciones, ni explicaciones.

La marcha de Martina

En la planta de arriba, Ignacio ha explicado el ultimátum ofrecido a Martina: una temporada en un sanatorio, donde los doctores le ayudarían "a repasar todo lo sucedido", en lugar de encerrarla en prisión. Margarita ha defendido que su hija no estaba trastornada, y Alonso ha criticado que "sanatorio" era un eufemismo para "manicomio". Lorenzo, en cambio, ha pensado que la opción que Ayala ofrecía era valorable, e incluso generosa. "Qué vas a decir tú que tienes a tu mujer en uno desde ni se sabe cuándo", le ha espetado Margarita.

Catalina ha intentado animar a Martina, que estaba muerta de miedo. "Ya han decidido por mí, no puedo negarme", ha temido la prima, que había escuchado cosas espantosas por parte de la experiencia de Curro con su madre. "Cuando salga, ya nunca me voy a quitar el estigma, seré Martina la Loca", ha llorado la afligida, jurándole a su prima que ella no era una asesina.

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Martina, en su cuarto, ha recibido la visita de Margarita y Ayala. La madre le ha dicho que había llegado el momento de marcharse al sanatorio. ¿En qué momento se había convencido la viuda de Fernando de que aquello era buena idea? Martina ha empezado a llorar, y a decir que tenía que haber una forma de demostrar que era inocente. Margarita la ha abrazado, también llorando, y le ha dicho que aquella era la solución "menos mala", y que el conde había buscado un lugar maravilloso para ella. Aunque Margarita le ha dicho que era lo que más quería, ha conseguido ingresarla en plena noche.

Cruz, contra todas

A la mañana siguiente, Cruz ha llamado mala madre a su cuñada, y le ha reprochado haberse rendido mientras ella misma luchaba aún por la inocencia de su sobrina. Hecha unos nervios, Margarita ha contado que había visto el centro, y tenía espléndidos jardines y habitaciones. Pero Cruz le ha dicho que eso es lo que decían para acallar la conciencia de los familiares. "Sé lo que es verdaderamente ese sitio", ha hablado Cruz, diciendo que no se comparaba a la casa de reposo donde ella estuvo, "es un manicomio". Margarita le ha gritado que se callase, y la marquesa ha ultimado que no quería imaginarse cómo saldría Martina, si es que algún día salía.

Lorenzo ha visto a Margarita marcharse, muy perjudicada, y le ha dicho a Cruz que había conseguido destrozarla. "Se podrían haber llevado a Catalina en su lugar", ha pensado la marquesa. De la Mata ha avisado a su cuñada que Catalina estaba recibiendo visitas "poco convenientes" para un palacio, como el labriego Adriano: "Cualquier día te encuentras un gorrino tocando el piano".

Paralelamente, Catalina le contaba a Adriano que había fracasado en su intento de frenar la deportación de Martina, y el chico la ha intentado consolar, abrazándola. Cruz les ha encontrado en aquella cariñosa actitud: "¿Quién es este gañán y qué hace aquí?". ¿Echará Cruz a Catalina y a Adriano de su casa?