Se efectúa la peor alianza de 'La Promesa': Gregorio podría encontrar a Pía muy pronto

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Hacía semanas que no se sabía nada de él, pero el personaje de Gregorio se ha dejado ver una vez más por el palacio de La Promesa, pese a que tenía totalmente prohibida la entrada. El que fuese mayordomo de la serie de La 1 de Televisión Española, ha regresado en el capítulo de este viernes con dudosas intenciones, y alguien del servicio estaba detrás de su llamado. ¿Qué se propondrán?

En episodios anteriores de la ficción de época que protagoniza Ana Garcés, Arturo García Sancho y Eva Martín, Jana había conseguido escaparse del ojo avizor de Petra para llevarle comida a Pía en su improvisado refugio. La madre de Dieguito estaba cada vez más desmejorada por su confinamiento, y Jana llegó a contarle que Rómulo y ella pensaban esparcir el rumor por el pueblo de que había muerto, para poder alejar a Gregorio de Luján.

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Sin embargo, el plan de Jana y Rómulo podría haberse ido al traste a partir de hoy. El capítulo ha comenzado con la conversación que Petra y Ayala dejaron a medias en el capítulo anterior. Ignacio se ha reído de la teoría que su ex amante había pensado sobre su auto-envenenamiento.

"A mí no puedes engañarme", ha afirmado el ama de llaves, dejando claro que ella no estaba bromeando. El conde le ha dicho que acusarle falsamente tendría sus consecuencias, y ha dejado en evidencia que la mujer no tenía ninguna prueba en su contra. "No lo necesito", ha afirmado, avisando de que podría convencer fácilmente a los marqueses de la treta que había urdido.

El esperado momento de Catalina

En el hangar, Catalina ha recibido la visita de Adriano. El labriego ha admitido que se sorprendió de la ira de la marquesa, y le ha relatado a su amiga que su difunto padre no hacía distinciones entre clases sociales: "Nunca sabemos a quién podemos tener delante, ni las dificultades que puede estar pasando". A Cruz le vendría bien escuchar aquello, ha pensado su hijastra.

Martina se ha sincerado, y le ha contado a Juana su historia con Curro

Catalina ha pensado que había fracasado intentando salvar a Martina. "Estamos a tiempo", ha consolado el campesino, quien ha contado que Tadeo no había conseguido sonsacar al boticario si él había vendido aquella cicuta. Catalina ha mirado de cerca de su amigo, y le ha dicho que se notaba que conocía bien a la gente que trabajaba con él. La joven le ha devuelto el escapulario de la suerte a Adriano, y al colocárselo, se ha atrevido a darle un beso en los labios.

Martina, abandonada a su suerte

Mientras tanto, en el sanatorio, Juana ha ayudado a Martina a ponerse el uniforme, y la enfermera ha llegado a la habitación para darle un calmante a la recién llegada. Martina ha desconfiado de aquella pastilla, y Juana le ha animado a hacerlo, pues ella también la tomó al llegar. La enfermera la ha obligado a tomársela delante de ella, y la joven se ha visto mareada enseguida. Tanto, que no ha podido ni levantarse a visitar los jardines, como Juana le había animado.

Cruz, por su parte, le ha preguntado a Margarita si la culpa le devoraba por dentro. La marquesa se ha levantado del sillón, y le ha dicho a su cuñada que se iban inmediatamente a ver a Martina al sanatorio. Pero la viuda de Fernando le ha comentado que los doctores tenían prohibidas las visitas durante las primeras tres o cuatro semanas. Cruz ha malpensado que así actuaban los "matasanos, cortados por el mismo patrón", para que los pacientes no contasen lo que les hacían allí.

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La marquesa ha culpado a Margarita de haber cedido al chantaje de Ayala, y ella le ha contestado que no había tenido otra opción. "Cuéntaselo a tu hija cuando vayas a verla en tres o cuatro semanas", ha espetado su cuñada. Mientras tanto, Juana le ha contado a Martina que ella estaba allí porque su padre le envió, después de enamorarse del chico que no debía y montar un escándalo familiar. Ha sido entonces cuando Martina se ha sincerado, y le ha contado su historia con Curro, entre lágrimas.

¿Qué sabe Petra?

Jana ha acudido al señor Baeza a contarle que hacía días que no sabía nada de la señora Adarre porque Petra la estaba vigilando con lupa. El último interrogatorio que sufrió por parte de Arcos iba dirigido a la forma en la que el veneno hizo efecto en Pía. ¿Y si el ama de llaves sabía más de lo que ellos pensaban? Rómulo ha creído que podría encargarse él de llevarle comida a su compañera refugiada, pues Petra no tenía por qué pedirle explicaciones por su jerarquía.

La señora Arcos ha seguido persiguiendo a Jana, a quien le ha preguntado por el rumor que había escuchado en el pueblo de que Pía estaba muerta. El ama de llaves quería saber si acaso Alonso había permitido ya hablar de ello, y Jana, en un aprieto, ha pillado por banda a Rómulo para que fuese él quien le diese explicaciones.

Rómulo se ha llevado a Petra a su despacho y, por la noche, el ama de llaves ha cruzado la planta del servicio sigilosamente, para abrirle la puerta a Gregorio. El hombre ha preguntado por qué le había citado allí, pues esperaba no encontrarse con nadie del palacio. Petra le ha dicho que tenía información que consideraba que podía ser de su interés. ¿Le habrá dado Rómulo un voto de confianza a Petra y le habrá dicho dónde estaba Pía? ¿Qué hará Gregorio si la encuentra?